José Ángel Martos
El Real Jaén volvía al fútbol de élite en lo que parecía una prolongación de los play off. Mucho calor, mucho público, un rival que hace unos meses estaba en Segunda B. Pero había 9 caras nuevas, 4 de ellas en el once titular. Con ese pensamiento habrá preparado el estratega Herrero el partido, sabiendo que era importante puntuar porque en el otro bando estaba un equipo de “su liga”, de los que lucharán hasta el final por no descender.
Los de blanco salieron un tanto atemorizados. Estar en Segunda División son palabras mayores. Pero pronto fueron perdiendo el miedo y la vergüenza, el descaro al que nos tiene acostumbrados Israel Jerez, el buen movimiento de batuta de Juanma Espinosa, los movimientos entre líneas de Fran Machado que se animaba a actuar de ’9’. Con un Eibar que estaba bien ordenado atrás y que se alimentaba de rápidas contras y no desaprovechaba cualquier error de la zaga local. Y los hubo. Y más de uno. Y ahí es lo más preocupante. A lo que iba, el Real Jaén preparaba el plato con la misma receta que le llevó a ganar el concurso este verano, mucho toque de balón, posesiones largas, ‘jogo’ bonito. Pero le sigue faltando el ingrediente más importante, el gol, la salsa del fútbol. No se le ven malas hechuras a Jona, pero perdonó demasiado. Un gol cantado que se estrelló en el palo, una chilena preciosa en la segunda mitad que Irureta despejó con reflejos felinos. Y los de Herrero seguían a lo suyo, lo intentaba desde fuera Juanma, también Santi Villa, Fran Machado y si hubiera podido hasta el propio Manolo Herrero hubiera saltado al campo para intentar batir a Irureta, muy seguro todo el partido.
En la vanguardia, falta gol, en la retaguardia, falta confianza y seguridad. Con los Cruz como carrileros y la pareja Nino-Servando, la portería de Toni García se presumía más que segura. Sin embargo, a la primera que los guipuzcoanos se acercaron por las inmediaciones del cordobés, para dentro, con bastante fortuna eso sí. Eran los mejores minutos del Real Jaén y ese gol antes del descanso fue una losa.
En la segunda parte más de lo mismo. Mucho tiki, poco taka. Mientras el Eibar se sentía cada vez más cómodo con el paso de los minutos, iba a aprovechar uno de los pocos saques de esquina que ha tenido. El central, libre de marca cabeceaba un segundo tanto que acabó de enterrar la ilusión de los 6.000 valientes que a 40º se dieron cita en La Victoria. El estadio enmudeció hasta que Jozabed, el jugador criado en la cantera del Sevilla, consiguió al enésimo intento, perforar el muro armero. Quedaban 8 minutos de vida y esperanza. Más aún cuando a la siguiente jugada, Víctor Curto completamente sólo, cabeceaba un centro desde la derecha. Pero el balón parecía imantado a los guantes del señor Iruretagoyena. El Eibar, perro viejo en estas situaciones, decidió que con un susto ya había tenido bastante. Y no hubo más partido.
Las sensaciones son muy buenas, el equipo toca, juega bien, crea peligro, pero le sigue faltando gol. Hay cosas que mejorar, quedan 41 jornadas por delante, pero lo cierto es que el Eibar ya está a 3 puntos y ahora toca doble salida. Herrero dijo en la previa que intentarían preservar el sello de la pasada temporada, pero la Segunda División es más de takas que de tikis.