José Ángel Martos
Recuerdo hace 13 veranos, cuando un crío de apenas otros 13, seguía por el transistor el Ourense-Real Jaén mientras se daba chapuzones en la piscina de sus abuelos. Nervioso, impaciente, aguardaba a que el equipo de toda su vida, firmase una gesta heroica, inesperada, sólo reservada para unos pocos elegidos, estar en la División de Plata.
Recuerdo que su abuelo le llevó a celebrarlo, primero a la Fuente de las Batallas, después absorbido por una marea blanca ascendió hasta la plaza de la Catedral, y allí estaba, frente al Ayuntamiento con la bufanda al viento, cantando, festejando, disfrutando, viviendo algo histórico.
Recuerdo que ese chico se perdió, por entonces los niños no llevaban móviles como ahora, pero no eran necesarios los WhatsApp para encontrarles. Disfrutó de ver en el Nuevo Estadio de La Victoria a Fernando Torres, el Mono Burgos, Luis Aragonés, Kiko Narváez (en el Extremadura), Oli (en el Oviedo), y tantísimos otros jugadores que había visto por televisión y coleccionado en sus álbumes de estampitas.
Sin embargo, el sueño fue efímero y la pesadilla demasiado larga y terrorífica. Cayó en un pozo en el que no quedaba ni gota de petróleo. Trataba de trepar aupado por el aliento de otros, también atrapados, resbalaba en el último ladrillo. En esa pesadilla había pequeño submarino que nos torpedeaba, niños jugando en una mini-masía que se burlaban de nosotros. Pero la fe, la confianza, y la ilusión por salir del agujero, fue mucho más fuerte que todo eso. Vencimos a ogros ataviados de negro, con banderines y silbatos. El cancerbero del averno sucumbió ante nuestro guardián en una muerte súbita que nos resucitó para vencer cualquier tempestad. Y cuando asomamos la cabeza para salir del pozo, un huracán estuvo a punto de devolvernos a lo más hondo, pero no, logramos sacar los brazos, el cuerpo, y la pierna salvadora de Raúl Gaitán y la otra, la de Antonio Galera, que ya no nos pesaba, habíamos soltado todo el lastre, habíamos vuelto. Hemos vuelto.
Recuerdo que ese niño, 13 años después había conseguido realizar dos sueños. Ver de nuevo a su equipo retornar a la Segunda División y que, toda España supiese lo feliz que era, a través de la radio, esa misma que le contó las proezas del Glorioso 13 años antes. Aquel chaval risueño e ilusionado, había hecho felices a muchos otros pequeños.
Un niño que ahora cumplirá 26 años, un niño que estará el domingo a las 19:00 horas, viendo a su Real Jaén contra el Eibar, cantando los goles de su equipo para Radio Marca. Ese niño vuelve a soñar, por favor, que nadie me despierte.