Alejandro Copete
El Alcorcón pasó el año pasado de rozar el ascenso a la primera división a no saber en cual categoría iba a competir esta temporada. Esta montaña rusa de emociones, esta incertidumbre, este jugueteo con la vida y con la muerte acabó con final feliz para los aficionados y jugadores del equipo alfarero, que lleva una progresión más que digna en la categoría de plata, sorprendiendo a propios y extraños. La leyenda de este equipo comenzó con la eliminación del Real Madrid de Pellegrini en Copa del Rey, y sigue creciendo cuando acaban las temporadas en la zona de pelea por el ascenso.
Pero la realidad de este club es que tras las auditorías por una posible irregularidad en el proceso de conversión a Sociedad Anónima Deportiva, este hecho puede afectar al terreno de juego, donde a los jugadores los dirige un paisano de Guarromán, Miguel Álvarez, que ya conoce la categoría (junto a otro jiennense en sus filas, Juanito Calahorro, de Torredonjimeno); que aún no ha sido capaz de encontrar un bloque fijo, por lo que las rotaciones se está convirtiendo en algo habitual para los futbolistas alfareros.
En nueve jornadas solamente han recibido cinco goles. Este dato habla por sí solo de una defensa caracterizada por la garra de Babin y Nagore, este último ausente por sanción, además del condimento defensivo del centro del campo encarnado en Rubén Sanz. Pero si hablamos de una buena defensa, de momento el ataque no lo secunda, repartiéndose los ocho goles que lleva el equipo en otros tantos jugadores. Sin embargo, el peligro viene de la calidad y experiencia de Fernando Sales, que se resiste un año más a colgar las botas pese a sus 35 años de edad. Christian Alfonso y Sergio Mora intentarán aportar la calidad a la faceta ofensiva.
Seguramente, la pregunta que ahora se hagan desde Santo Domingo todos los estamentos del club, desde el que preside hasta el que va a verlo al estadio sea la de ¿y ahora qué? ¿Se podrá seguir aspirando a subir? ¿o nos tendremos que conformar con seguir viviendo un año mas? La AD Alcorcón tuvo encima de su cabeza la Espada de Damocles, y ya sabe de primera mano lo fino que resulta ser el hilo que la sostiene.