Alejandro Copete
El filial del FC Barcelona no solamente tiene la función de formar jugadores para el primer equipo, sino que tiene que jugar igual que él, tener la misma filosofía que él y ganar igual que él. Demasiados deberes para un hijo que desde el inicio de la época Guardiola en Can Barça es el predilecto y ojito derecho, ya que contar con la cantera es asignatura obligada en la entidad catalana mande quien mande, entrene quien entrene.
Y ese es uno de los motivos por los que el equipo de Eusebio se encuentra en la zona baja. Los efectivos perdidos entre ascensos al primer equipo (Sergi Roberto, Delofeu o Rafinha aunque estos hayan sido cedidos) y ventas para cuadrar presupuestos (las canteras también están para eso, sobre todo tan productivas como La Masiá) como Lombán y Muniesa han provocado que el equipo esté conformado por muchos jugadores subidos del juvenil.
De ellos destaca Dongou. Delantero centro de 18 años camerunés que todos confían en que este sea el año que explote; Samper, que todos quieren que sea el nuevo Xavi; Ilie, que todos esperan que sea el nuevo Busquets; Masip el nuevo Valdés, Sergio Gómez el nuevo Puyol… ¿van pillando la idea? Muchísima presión para un equipo cuya afición ha visto mucho fútbol y muchos triunfos, y quieren que la política del Barcelona siga funcionando.
Sin embargo, los jugadores culés saben que ante el miedo al descenso de categoría, sus ilusiones son mayores. Jugar bien, destacar en la categoría, meter muchos goles…todo lo que sea necesario para llamar la atención de los que están arriba, en el paraíso. El Mini-Estadi, a pocos metros del Nou Camp, es un puente, una escalera hacia el cielo como cantaba Led Zeppelin; donde solo los elegidos pueden cruzarlo y ver sus sueños cumplidos.