Cuando queda poco para cumplirse 20 años de aquel gol de Nayim que David Seaman no atajó y se convirtió en el primer y único título europeo de la historia del Real Zaragoza, el panorama no puede ser más desolador. Con una trayectoria irregular, el equipo maño ocupa la zona peligrosa de la tabla. Algo complicado cuando vienes directo de la Primera división con lo que ello acarrea: volver a toda costa.
Para ello se convenció a Paco Herrera y su estilo que supo devolver al Celta de Vigo a la máxima categoría, pero el técnico barcelonés no sabía que se metía en un “Avispero”, nunca mejor dicho (así se conoce a la Romareda y su ambiente), donde hay una guerra abierta contra la abeja reina: Agapito Iglesias. La hostilidad de la afición hacia estamentos y plantilla es diaria, y los jugadores se ven marcados por otra batalla lejana de los terrenos de juego.
Jugadores que van a tener que esforzarse por cambiar la situación si no quieren que la bomba les estalle con ellos dentro. Vino Barkero para aportar veteranía y toque a balón parado, y el chileno Henríquez para golear. José Mari, un viejo conocido de la afición jienense apunta a ser un fijo en el centro del campo, mientras que Herrera da galones a la cantera con jugadores como Diego Rico, Tarsi y Suárez. La baja de Montañés, pieza clave, repercutirá en el juego zaragocista.
En esta misma semana el equipo maño homenajeó a Cáceres, jugador que formó parte de una época gloriosa para el club. Aunque ese homenaje también sirvió para echar más sal todavía a la herida de la afición, que vio lo que ha llegado a ser su club (6 copas del Rey, 3 en los últimos 25 años) comparándolo con el que ahora ve cada fin de semana. La Historia y el Palmarés son a veces los mayores grupos de presión que tiene detrás un equipo de fútbol. Y en Zaragoza lo saben.