Manolo García
Esta semana quiero tributar desde aquí a un jugador de otra categoría. A una persona extraordinaria que jamás pone mala cara ante cualquier circunstancia adversa. Que no va llorando por las esquinas maldiciendo su suerte. Que tiene una grandeza igual de grande en los terrenos de juego que en la propia vida enarbolando la bandera de la humildad, del esfuerzo y del sacrificio de un Real Jaén jornalero con presupuesto e infraestructuras de B que se coló en la A gracias a sus testarazos y su casta en la medular de esos terrenos de juego impracticables del grupo IV.
Óscar Quesada. Impresionante todocampista que sigue deslumbrando semana tras semana. Cuando está entre los elegidos, el equipo muestra un empaque y una autoridad que asegura los puntos en litigio. Cuando el físico no le permite estar, es sin lugar a dudas el más añorado por la afición. Un jugador de PRIMERA. Un crack al que las alimañas que rodean los clubes no visitaron. Ni los Jorges Mendes ni los Zubizarretas se percataron que en Alcalá de Henares había un futbolista de antología. Luchador, cualificado, disciplinado, humilde, sencillo…
La falta de glamour de su halo jaenero de Orcera que tan a gala lleva le privó de los campos y las nóminas destinados a los elegidos. Anclado entre la 3ª y la B. Sin rechistar. Sacrificándose día a día en los entrenos y cada semana en los embarrados e impracticables campos que sufrieron sus cada vez más castigadas piernas. No alzó la voz. Ni lloró. Siguió trabajando y ayudando al colectivo. José Jesús Aybar realizó su mejor gestión como Director Deportivo fichándolo para el Real Jaén. Acierto mayúsculo de quien «jaenizó» de verdad al Real Jaén. Óscar no lo dice y se pone colorado cuando se le comenta, pero medio ascenso es suyo y puede que media permanencia también si puede seguir jugando, porque por el momento está siendo el MVP del equipo pese a no estar disponible en todos los partidos.
Mientras en la «Liga de la Estrellas» siguen llegando pufos en forma de niñatos malcriados prepotentes, sobrevalorados, pusilánimes y beodos de estrellato, nuestro todocampista se acerca a una élite que parece resistirse por el paso de la edad. Me niego a creerlo. Óscar llegará. Y si no es en Primera División, lo hará en los partidos de Copa ante el rival que toque en suerte. Ojalá. Porque al igual que el ya mediático Pablo Infante del Mirandés, Óscar merece que el fútbol le devuelva sólo la mitad de lo que el ya le ha entregado. Absolutamente.