Francisco Trillo //@chescotrillo
Estamos capacitados para entrenar y desarrollar habilidades mentales que nos permitan potenciar el rendimiento de lo que es heredado por naturaleza.
Talento y actitud. A partir de estas dos variables podríamos clasificar a las personas en tres tipos de personalidades. El tipo I, aquellos que poseen un talento y una actitud excelentes, son personalidades importantes en sus campos, eminencias respetadas. El tipo II, aquellos que tienen talento pero les falla la actitud, estarán condenados a desperdiciar todo su talento si no aparece algo o alguien en su vida que les ayude a aprovecharlo. Y el tipo III, personas con menos talento pero con una gran actitud, estos estudiantes, deportistas, padres y madres, abogados, agricultores… aprovecharán cada oportunidad y compromiso con su causa para conseguir su meta.
La actitud es la capacidad que la persona tiene para resolver los obstáculos que aparecen en su vida cotidiana a partir de valores comovoluntad, compromiso, persistencia y esfuerzo. Es estar dispuesto a experimentar nuevas posibilidades (flexibilidad), orientarse hacia las soluciones no hacia el “¿Por qué me pasa a mi esto?” y seguir intentándolo. Y en deporte… ¿hasta dónde el valor de la inteligencia, la percepción de la competición, o la afectividad del deportista influye en su actuación deportiva?
La competición deportiva pone a prueba los pensamientos y sentimientos de los deportistas. Según el ex psicólogo de la selección inglesa de futbol Bill Beswick (2011) la actitud del deportista debe estar dirigida a transformar emociones y pensamientos en una fuerza que le permita realizar la acción precisa que lo lleve al logro. Construir una actitud ganadora en el deportista potenciará el rendimiento total junto al talento.
La actitud ganadora se refleja en acciones como la intensidad física, alta capacidad para concentrarse, elevada energía emocional y la capacidad para afrontar el fracaso, también conocida como resiliencia. El mundo del deporte ofrece muchos ejemplos de lo que se puede llegar a conseguir con una actitud ganadora, a continuación se cita un ejemplo a nivel de equipo y otro a nivel individual.
- Final de la Liga de Campeones de 1999. Camp Nou, Manchester United vs Bayern de Munich. Cumplido el tiempo reglamentario y cuando restaban sólo tres minutos para la finalización del encuentro algunos jugadores del Manchester United vieron cómo se postraba la copa con los colores del Bayern en la puerta del túnel de vestuarios. La rabia, ira y el ímpetu por ganar el encuentro pensando que un gol podría llevarles a la prórroga, les hizo marcar dos goles en dos córneres consecutivos. Dos equipos igualados en talento, con grandes jugadores, pero con una actitud ganadora diferente. El Bayern renunció a ella a falta de pocos minutos pensando que ya estaba todo hecho, su rival, dirigió todas sus fuerzas hacia el éxito, a pesar de que la situación no favorecía.
- Rafa Nadal, año 2012.El mejor deportista para ejemplificar la personalidad tipo III. Puede que no se le recuerde como el jugador más técnico de la historia, pero si por su característica voluntad, esfuerzo, dedicación, compromiso, honestidad y responsabilidad hacia su pasión, el tenis. En 2012 Rafa comenzó el año como Nº 2, tras unos meses renqueantes con las lesiones y en especial con su rodilla y tras ganar su séptimo Roland Garros ante Djokovic, cayó en segunda ronda en Wimbledon. Días después anunciaba que no asistiría a los JJ.OO de Londres, su rodilla le alertó de que debía parar y Rafa la escuchó. Ese año acaba 4º en el ranking de la ATP, llegando hasta el 5º a principios de año de 2013. Durante su larga lesión Rafa trabajó no solo a nivel físico para recuperar su rodilla, sino también a nivel mental. A partir del entrenamiento individual de su fortaleza mental en elementos como la confianza en uno mismo, pensamientos catastrofistas, concentración y convicción en poder volver a jugar al tenis comenzó a sentirse otra vez deportista. Un excelente trabajo del jugador, su cuerpo técnico y personas cercanas a él. En febrero de 2013, siete meses después, reaparece, y como si fuera un juvenil con muchos años aún por recorrer, el objetivo que se plantea es seguir disfrutando de lo que más le gusta, divertirse y poco a poco seguir jugando más y más torneos. Un año después en enero de 2014, ha ganado diez torneos, dos de ellos Grand Slams como Roland Garros y Open Usa. Ha declarado ser el mejor año de su carrera deportiva, no sólo por los trofeos conseguidos si no por que afrontó el fracaso y le supo vencer. Hoy, unos días antes del Open de Australia, competición que el año pasado no pudo disputar vuelve a ser Nº 1 del ranking de la ATP.
Entrenamiento de la actitud
Es fundamental elaborar un ejercicio de autoconocimiento previo para conocer, generar capacidad y desarrollar el abanico de habilidades mentales necesarias para hacer frente al reto que se nos plantea.
– ¿Hacia dónde voy?
– ¿Qué puedo hacer para conseguirlo?
Trabajar en la actitud es una tarea diaria, planteándose preguntas y clarificando los valores y objetivos que queremos conseguir, desear realmente ganar. Hay dos respuestas típicas del ser humano, la lucha o la huida. En deporte, el gran deportista elige luchar y con esta decisión aparece una reacción en cadena.
– Mente: Acepta el desafío y aparece la confianza en la preparación para este
– Emociones: Es el motor, se genera entusiasmo, determinación, ilusión, alegría…
– Cuerpo: A nivel fisiológico se prepara para la acción, generando adrenalina
En el entrenamiento de la actitud es fundamental gestionar y manejar el factor expectativa y fracaso. Es necesario liberarse de la carga de la expectativa, un deportista prometedor será exigido en función de la expectativa que haya creado previamente. Los deportistas jóvenes se preocupan en demasía por lo que la prensa y la afición diga de ellos. Con el deportista se trabaja sobre el control, no se puede controlar la opinión de las personas de nuestro alrededor pero sí la nuestra sobre nosotros mismos “Lo que los demás digan sobre mí, no es asunto mío”. Para que el fracaso no derrumbe todo el trabajo que hemos realizado previamente en actitud, primero debemos responsabilizarnos de que algo se ha hecho mal. Y después enfocarlo desde una visión de aprendizaje positiva para conseguir nuestro reto. La competición, como la vida y la ciencia, parten de la premisa de ensayo y error. Si nos centramos en qué hemos fallado (causa) en lugar del fallo (consecuencia)se obtendrá una valiosa información para poder generar otra oportunidad potencial de éxito.
Actualmente hay un consenso amplio en reconocer el poder de la actitud del deportista en el rendimiento final. Trabajar sobre ella influirá, incluso en los menos talentosos, para conseguir mayores éxitos en situaciones de competición deportiva. En nuestro día a día ocurre lo mismo, nuestra actitud, que será moldeada por nuestra personalidad, la influencia de las personas más cercanas de nuestro alrededor y el entorno, determinará como manejamos nuestros retos vitales. La suerte es una actitud.