Francisco Trillo //@chescotrillo
Conocer cómo percibimos y gestionamos la derrota nos ayudará a reponernos para seguir en la dirección que hemos elegido.
¿Te acuerdas de la última vez que perdiste? El éxito y la derrota están íntimamente ligados, tanto que a veces están separados por una línea tan delgada que ni la lógica científica (ni psicológica ni técnica) sería capaz de darnos una justificación que podamos entender. Cuando una persona pierde, puede mirar hacia otro lado atribuyendo las causas o el origen de la derrota a factores externos como el profesor me tiene manía, mi compañero de trabajo es perezoso o el árbitro no nos pitó un penalti. Hay otras personas que miran hacia dentro de sí mismas para poder encarar y afrontar la derrota, desafiando y replanteándose nuevos objetivos. Al igual que el éxito, la derrota es relativa, cada persona puede sacar de ella una lectura diferente.
En el deporte, como en la vida, el sentimiento de perder genera una gran presión, queda un vacío donde debería de haber algo y sin embargo no hay nada. Un vacío que cada uno deberá llenar de alguna forma. Es natural experimentar un proceso emocional de altibajos para adaptarse a la nueva situación y aprender del suceso vivido. La interpretación subjetiva de la derrota propiciará en el deportista una conducta determinada. La naturaleza del deportista es amar lo que hace, de esta forma se supera así mismo, alimenta en el día a día la energía interior que le empuja a mejorar y no ve puntos débiles en sí mismo, si no habilidades a mejorar.
Quiero ganar, pero acepto la derrota
Al participar en un juego y aceptar sus reglas tenemos que tener siempre presente las dos posibles consecuencias, ganar o perder. El objetivo final siempre va a ser la victoria, sin embargo, tenemos que considerar que aunque lo pongamos todo, existe la posibilidad de perder. En competición, por lo general, se alternan los fracasos y las victorias, señalando algunos estudios que la estadística está en mitad y mitad (Coca, 1986). Algunas claves para asimilar la derrota son:
– Evitar el reproche: Recién acabada la competición, la ira y la rabia pueden hacer que se descargue en compañeros, entrenador o familiares que no son responsables. Poner el foco en el otro no es la solución, somos un equipo por lo tanto somos muchos los responsables. En ocasiones el silencio es la mejor opción.
– Reconocer el momento doloroso: A nadie le gusta perder, por eso duele. Comprender que es natural sentirse de esta manera, que es la sensación que hay que tener, aceptarla y dejar que poco a poco pase para poder empezar a pensar con claridad.
– Analizar la situación desde el grupo (autocrítica): Una vez pasado el nivel emocional, nuestra mente estará preparada para analizar lo ocurrido. Expresa lo que has sentido, tu opinión y perspectiva de futuro. ¿Qué hicimos mal?, ¿Cómo podríamos mejorarlo?, ¿dónde estamos cometiendo los errores?…
– Construir: La derrota es una gran oportunidad para aprender, ayudará a darse cuenta de errores, hacer cambios, generar alternativas y hacerse más fuerte. Centrarnos en las causas permitirán mejorar y volver a aspirar al éxito.
– Valorar: Es fundamental reconocer y reforzar los esfuerzos de la persona. Apreciar la valentía por asumir el reto, el coraje de luchar, el sacrificio de entrenar diariamente, la capacidad de reconocer el dolor de la derrota y asumir sus propios fallos y considerar nuevos planes de actuación para seguir mejorando.
“Lo más importante en los Juegos Olímpicos no es ganar sino participar porque lo esencial en la vida no es lograr el éxito sino esforzarse por conseguirlo”.
Barón Pierre de Coubertin, discurso JJ.OO de Londres, 1908.
Responsabilizarse, buscar y encontrar en uno mismo lo que depende de el/ella para mejorar y/o adaptarse a esta nueva situación. Para influir en el resultado, en el caso de la derrota, recalcar y valorar el esfuerzo, continuar con el y centrarse en lo que realmente depende de ti ayudará a aportar elementos importantes para ir en la dirección de la victoria. A través de la seguridad y tranquilidad que aporta el tener convicción en hacer lo que uno quiere y desea se podrá superar y afrontar el siguiente desafío.
Aprender a perder es un proceso que permitirá librarse de la oposición más dolorosa que existe, la que uno hace sobre uno mismo, en la que la persona no se permite aceptar y reconducir su camino. Oriéntate hacia el proceso en vez de hacia el resultado, es decir, empieza a centrarte en ahora mismo qué puedes hacer que aporte en vez de machacarte con por qué pasó.
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