Alejandro Copete // @Ale_Copete
Llega la hora de la verdad en el Molinón. Uno de los clásicos ante el mismo reto de todos los años: volver a la élite. No hay excusas ni segunda opciones. O se sube o se sube. Todo lo que no sea eso es un fracaso rotundo. A 4 del líder y 5 de los aspirantes al Play-offs, muchos dirían que están en una posición relativamente cómoda. Pues no. En Asturias no se piensa lo mismo.
Porque el madrileño Sandoval siente la presión de una ciudad que le obliga a hacer lo que haga falta para subir. Subir como verbo primordial, como dogma, como norma absoluta. Se podría decir que incluso se exige la vía rápida, temerosos de los nervios y angustias que producen un cruce de eliminatorias donde se juega en pocos minutos toda una temporada. Aunque la regularidad de victorias no ha sido el mayor punto fuerte de este Sporting, lo compensa con muy pocos partidos perdidos (5). Media inglesa, que según siempre se ha dicho, garantizan los éxitos.
Los rojiblancos se encomiendan en Scepovic, el pichichi de la categoría, cuya capacidad goleadora ha contribuido a que el conjunto asturiano sea de momento el que más goles a favor ha conseguido de toda la Segunda División. Es el referente de un equipo que confían en jugadores como Alberto Lora para conseguir el objetivo de subir. Este último ha sido reconvertido en interior diestro de muchas garantías. Vuelve el “Pichu Cuéllar” tras cumplir su partido de sanción por expulsión ante el Eibar.
Con casi 110 años de historia, el Real Sporting de Gijón se debate entre la primera y segunda división. No conoce nada que haya más abajo. Y aunque suma más temporadas de plata que de oro, todo el mundo recuerda Mareo, recuerda a Quini, recuerda la poderosa rivalidad asturiana contra el Real Oviedo. Viejos tiempos deseosos de ser rememorados. Sin ir más lejos, el grito de guerra clásico de los sportinguistas es “Puxa Sporting”. O lo que es lo mismo: “Sube, Sporting”.