Alejandro Copete // Ale_Copete
Estaba claro que la Segunda División no iba a ser un camino de rosas para el Mirandés. Ellos tampoco esperaban otra cosa cuando, tras la agonía de todo un año, conseguían su objetivo de mantenerse en la categoría a sabiendas de que la situación social y económica del equipo no les iba a permitir aspirara a mayores cotas para esta temporada. De momento así ha sido, pero la categoría de plata este año es un vaivén comparable a una montaña rusa, donde los equipos suben y bajan puestos en la clasificación sin parar.
La llegada de Carlos Terrazas tras los malos resultados de Arconada fue como la llegada de un viejo lobo de mar a un navío casi a la deriva. El entrenador vasco sabe más que los ratones colorados, como se dice por aquí abajo. En Jaén lo saben perfectamente de lo que es capaz. Actualmente, el club de Anduva tiene una situación muy parecida al del equipo andaluz. Es casi una final en toda regla entre ambos conjuntos con el club de Miranda del Ebro en una dinámica positiva tras conseguir vencer a Numancia y Deportivo.
El incombustible Caneda a sus 35 años y Corral forman la pareja de centrales que es clave en el equipo. No tienen competencia en el eje de la defensa. A ellos se le suma otro que viene del equipo que ascendió a Segunda y maravilló a todos en la Copa del Rey: Pablo Infante, que además es el máximo goleador del equipo con 7 tantos. Un puesto arriba en el que parece no afianzarse como titular Díaz de Cerio, pero es un jugador que parece que funciona como revulsivo cuando se necesita ir al ataque.
El propio Terrazas y jugadores de la plantilla como Juan Muñíz han hablo en los últimos días de subir un escalón más: pasar de luchar por el descenso a por el ascenso. En realidad son los mismos puntos lo que les separan de ambos objetivos (la temporada está siendo preciosa, y aún queda lo mejor). Algunos hablan de ridículo, otros de motivación extra para la plantilla para alejarse de la quema. Lo que parece claro es que sin trabajo no se consigue nada en la división de plata. Aquella sentencia divina tras ser expulsados del paraíso es cierta jornada tras jornada en una liga donde no se permiten ni errores ni golpes de pecho en vano.