José Fernández // @JFolmo86
El mundo del fútbol está lleno de tópicos. Uno de ellos es que el deporte del balompié no tiene memoria. Ahí tenemos a una generación que le dio a un país lo que ni en el mejor de sus sueños pudo añorar y hoy en día no son más que una chirigota, como se dice popularmente en Cádiz a un grupo de personas que generan mofas y risas de lo propio y ajeno.
Cádiz, ciudad de tradición futbolística histórica, con un equipo que viste de amarillo generando simpatías por allá por donde va. Allí jugará el próximo año el buque insignia de las tres últimas temporadas del Real Jaén, Don Juan Manuel Espinosa Valenzuela. Sí, Don Juanma Espinosa, porque para mi este señor, que nos ha regalado sus mejores años de fútbol, no merece más que palabras de elogio, reconocimiento y gratitud. ¿Alguien recuerda cuándo llegó este chico al Real Jaén? Año 2011, el club jiennense se encontraba inmerso en una profunda crisis económica que apenas unos meses antes le hacía desplazarse hasta Écija en taxi, siendo portada de informativos y prensa deportiva a nivel nacional, ahorrando en gastos como el agua caliente o la electricidad que se consumía con la iluminación artificial del estadio de La Victoria. Muy pocos hubieran firmado la supervivencia del Real Jaén en aquellos tiempos pero aún así Juanma decidió llegar a Jaén para firmar por el equipo de su tierra, por el equipo en el que ya había jugado en categoría juvenil.
Después de años tratando de malvivir con el fútbol como sustento, pasando por Martos, Úbeda, Alcalá de Henares, El Ejido, Burgos, Ontiyent, Móstoles y Mancha Real, Juanma lo vio claro y fichó por el Real Jaén. Durante tres años, Juanma el de Arbuniel, ha vivido experiencias y momentos que llevará grabados a fuego el resto de su vida. Playoffs de ascenso truncados en un suspiro, una eliminatoria de Copa del Rey frente al Atlético de Madrid, el campeonato de Segunda División B, un ascenso a Segunda División, cumplir 100 partidos oficiales con el Real Jaén, contar con una peña con su nombre y portar el brazalete de capitán del Real Jaén, hecho del que estoy seguro más orgulloso se siente. No es necesario mencionar sus números con la camiseta blanca porque es imposible que cualquiera que haya visto algún partido del Real Jaén en las últimas tres temporadas no se haya preguntado quién es ese número ocho que mueve “la frutita” tan bien.
Muchos de los que ahora critican y maldicen su marcha al equipo cadista han sido los mismos que han aplaudido cualquiera de los detalles técnicos con los que ha transportado al aficionado jiennense a otra dimensión del fútbol. Porque Juanma Espinosa no es un futbolista cualquiera, y no solo por sus evidentes cualidades para la práctica del fútbol sino porque ha sentido el Real Jaén como un hijo al que defender de cualquier ataque externo. Hay quienes hemos tenido la oportunidad de relacionarnos con Juanma en un ámbito más cercano y hemos podido comprobar que el ocho del equipo blanco habla con la sinceridad de una madre. Si algo ha caracterizado a este “sub-33”, como llegó a decir en una tertulia de Real Jaén Radio, es la sonrisa eterna y el buen rollo con los que ha iluminado al resto de sus compañeros.
A esos que atizan con egoísmo a Juanma les invito a jugar a ponerse en su papel pero en una situación distinta. Pongamos que el aficionado que critica a Juanma es un auxiliar administrativo con una edad media de cuarenta y cinco años, que en su actual empresa tiene un sueldo de alrededor de 1.100 euros mensuales. Repentinamente una empresa le ofrece un nuevo contrato por quince años a razón de 5.000 euros al mes, algo que supondría un colchón para él y su familia. ¿Qué haría ese aficionado? ¿Se quedaría en su empresa apelando al sentido de pertenencia, o preferiría escoger una mejor opción profesional con una gran mejora económica? Que cada cual saque sus conclusiones pero, el día que Juanma vuelva a La Victoria con otra camiseta, que a nadie se le olvide lo que ha dado Juanma Espinosa por esta entidad y por esta ciudad.
En definitiva, Juanma, si algún día lees esto, gracias por darnos tanto a cambio de una simple ronda de aplausos cada domingo. No hace falta desearle suerte a quien tiene la fortuna por virtud. Recuerda: que nadie te haga dudar.