Diego M. Díaz // @dmdiazsalado
Bien madurada la traca final de la Vuelta Ciclista a España, se presenta la hora de hacer valoraciones. La ronda ibérica me deja un titular, reiterado hasta la saciedad. La emoción por cortesía de la valentía, no del perfil. Sobreviviendo a un trazado ominoso, de renovado lucimiento de la tropa de Guillén & Cia, han sido las piernas de una pléyade de ciclistas estrellados en anteriores derroteros de la temporada, los que han reverdecido el viejo laurel de la combatividad, el sufrimiento y la emoción a pedales, antaño recurrentes y hoy día escasos cuando las grandes vueltas enfilan el asfalto. Nos han hipotecado la siesta del último coletazo estival. Si bien es cierto que servidor que aquí os habla, difícilmente cae en brazos de Morfeo al atisbo del mínimo olor a tubular rodante, el aficionado medio había tomado por costumbre preparar sábanas de seda y almohadón de pluma cuando sintonizaba ese deporte rítimico y sosegado de hombres apaciguados embutidos en lycra. Ni un documental de mandriles congoleses derrotaba, a niveles de sopor de sobremesa, al pseudociclismo que hemos sufrido. Pero sin ánimo de refrescar aguas pasadas que poco molino mueven, en este caso, molinillos; retomo el hilo conductor. La Vuelta nos ha gustado, ya sea por las ansias de corredores horrorizados con la idea de salir de vacío del 2014 o por un trazado, que aunque reitero ha sido poco exigente, unipuerto, de nimio kilometraje y menos espacio para el ataque, finalmente ha resultado apto para que las escaramuzas mantengan al ciclista de sofá en alerta frente a la batalla.
Esta vuelta tiene varios nombres. Pero en su más sentido literal. El bueno de Anacona hizo, por fin, honor a su apelativo. Winner, sí, así tiene por nombre de pila este extravagante ciclista colombiano, el mismo que nos privó el Valdelinares de la victoria parcial más ilusionante, la de nuestro Javi Moreno. El bravo ciclista jienense desaprovechó una fantástica ocasión de dar lustre a su palmarés. Como Winner, Ryder, que cabalgó para ‘campeonar’ en la Camperona, subida inédita donde Hesjedal rezumó ese sufrimiento enardecido, ciclismo de chepazo y culebreo. Felino, como su segundo nombre, para obtener el maillot de soberano de la montaña. Luis León, que bueno que volviste.. Por continuar con el paralelismo del nomenclátor del corredor protagonista, De Marchi, aunque el chiste sea más malo, se ha pasado tres semanas de marcha. Este combativo transalpino ha disputado la Vuelta pasando más tiempo escapado que rodando en amor y compaña, obteniendo recompensa y vítores ‘alcaldiles’ en la meta de Alcaudete. Por el momento, desconozco si el apellido vascuence Aramendía, otro de los llaneros solitarios que devoran kilómetros desafiando al pelotón, tendrá traducción al castellano, en ese caso, sería ‘el obstinado’. Quiero ciclistas así. Irreductibles. Pertinaces. Como el último de los nombres que refiero. Ese que se dedica a contar. Y el héroe ya cuenta varias… de sudor, sangre y lágrimas. No hay ni habrá UCI, AMA o nombre que respingue capaz de silenciar mi vehemencia: el contador se pone a ocho. Sin vuelta de hoja. Alberto, el nombre de la Vuelta, es el tuyo.