Francisco Trillo // @chescotrillo
Comienza el otoño y con ello, algunos días, empezamos a sentir síntomas de pereza para seguir practicando ejercicio físico. Ser fuertes mentalmente y tener claro porqué realizamos ejercicio físico nos ayudará a salvar esos días de debilidad.
¿Por qué algunas personas realizan ejercicio y otras no? Un reciente estudio de R. Weinberg y D.Gold concluye que el 50% de las personas que inician la práctica deportiva acaban renunciando totalmente a ella seis meses más tarde. Puede haber numerosas respuestas para esta pregunta desde disciplinas diferentes, la psicología deportiva analiza esta cuestión desde el concepto de motivación.
El deportista amateur (y en ocasiones también en alto rendimiento) juega su verdadero partido contra sí mismo, la práctica de ejercicio físico comienza en la cabeza, poco a poco va bajando hasta las piernas y pies, repartiendo la energía por todo el cuerpo.
Es difícil definir la motivación desligándola del impulso. El impulso será la base de la motivación, que podrá ser de diferente naturaleza, mientras la motivación siempre será de naturaleza psicológica. De esta forma la motivación será una compleja combinación que canaliza diferentes procesos psicológicos, fisiológicos y cognitivos en una situación dada, para guiar nuestra fuerza en una dirección con el fin de conseguir una meta.
Orientar, canalizar y mantener a lo largo del tiempo estas fuerzas no es sencillo. Una de las claves para conseguirlo es la constancia. Para ser personas constantes tenemos que tener claro el fin que queremos conseguir y conocer si realmente merece la pena el esfuerzo para conseguirlo. Cuando se realiza ejercicio físico se sufre, el cuerpo se somete a un esfuerzo que valoramos al acabar. Esta dualidad dolor-placer que aporta el ejercicio físico nos dará la información necesaria para ser constantes en nuestra práctica. Existen dos tipos básicos de motivación. Por un lado, podemos estar motivados por elementos externos, motivación extrínseca, para hacer ejercicio como puede ser querer perder esos “kilos de más” o por la “operación bikini” . En el otro lado la motivación intrínseca es aquella que se relaciona con niveles de autoconocimiento más profundos donde la persona practica ejercicio por diversión y el mero placer que le produce hacerlo. Para conocer qué tipo de motivación tenemos a la hora de realizar ejercicio físico basta con respondernos a nosotros mismo unas preguntas muy básicas:
– ¿Porqué acepto el reto de hacer ejercicio físico?
– ¿Me merece la pena practicar este deporte?
– ¿Qué me hace superar las dificultades y persistir a lo largo del tiempo en practicar este deporte?
Claves para potenciar la motivación
Motivarnos es darnos motivos a nosotros mismos para construir el camino a recorrer para conseguir lo que queremos. Para ello se puede entrenar la motivación con una serie de pasos simples:
- Establecer metas: Realistas, observables y medibles a corto, medio y largo plazo. Un objetivo general siempre podrá dividirse en pequeños objetivos que vayamos cumpliendo con el paso del tiempo.
- Celebrar los logros: Cada vez que consigamos una submeta hay que reconocer el esfuerzo y celebrar el avance conseguido.
- Divertirse: Disfrutar del placer del ejercicio, realizar actividades recreativas y con personas que nos ayuden a pasar un buen rato.
- Visualizar los objetivos: Describir e imaginar la próxima submeta y el objetivo final, integrar la idea en nuestro día a día y hacerla parte de nosotros.
Nietzsche, en “Así habló Zaratrusta”, tiene una cita que se relaciona mucho con el concepto de motivación, “Aquel que tiene un por qué para vivir, puede enfrentarse a todos los cómos”. La motivación permite a la persona actuar de manera singular y única, esta capacidad innata del ser humano nos enseña que, al fin y al cabo, en el deporte, como en la vida, competimos contra nuestros propios límites.
@chescotrillo
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