Francisco Trillo // @chescotrillo
Los miembros pertenecientes a un grupo deben tener una figura de referencia, alguien que les guíe en el camino que todos juntos deben recorrer para conseguir su objetivo común.
Unos días atrás se anunciaba la destitución como entrenador del Real Jaén de José Jesús Aybar tras la mala racha de resultados de las últimas jornadas y en palabras del presidente “para dar un cambio de rumbo a la situación actual del equipo”. Declaraciones que destacan de manera muy relevante un aspecto fundamental en un entrenador, así como para cualquier persona que dirija en grupo humano, el liderazgo.
El liderazgo es trasmitir tus ideas, inquietudes, pasiones… a los demás y conseguir que decidan seguirte. El entrenador necesita tener esta fuerza, esa capacidad de influir en el equipo, haciendo que su mensaje impacte en cada uno de sus jugadores. Si su capacidad de influencia es grande y sus mensajes calan en el interior de cada uno de sus jugadores, conseguirá que estos superen cualquier barrera física o mental que encuentren durante la competición. Sin embargo, si no es capaz de establecer esa conexión con su grupo difícilmente podrá orientar el “rumbo” hacia la dirección deseada y el rendimiento deportivo será menor. La capacidad de influencia de un entrenador, y por lo tanto su liderazgo, esta determinada por varios factores (Coca, 1986):
- Autoconfianza: Un perspectiva que lidie con la humildad de los éxitos y la superación de los fracasos.
- Manejo emocional: Que permita establecer una conexión emocional con sus jugadores y gestionar sus propios picos de euforia y decepción provocados por los resultados.
- Credibilidad: Los mensajes siempre deben ser verdaderos y no cambiar de opinión con demasiada facilidad.
- Autocrítica: Capacidad para hacerse responsable de sus errores.
- Independencia: A la hora de tomar las decisiones que entienda oportunas.
- Determinación: En la toma de decisiones.
- Comunicación: Expresar sus pensamientos a jugadores y miembros del cuerpo técnico.
- Habilidades sociales: Escucha, empatía, manejo del lenguaje no verbal… para trasmitir de manera eficaz su mensaje.
- Informar: Ser el nexo de unión entre el equipo y el resto del club así como del exterior.
- Disciplina: Exigente y respetuoso con el plan de trabajo establecido.
- Visión de futuro: A través de su bagaje pasado poder visualizar futuros problemas.
- Renovarse: No ceder ante la rutina, tener una actitud proactiva ante el cambio para evitar el desgaste casi inevitable de un entrenador.
Algunos entrenadores se dan cuenta que no son capaces de motivar a sus jugadores cuando sus mensajes no impactan en ellos. Esta habilidad para afrontar el (natural) proceso de desgaste de un entrenador debe desarrollarla el propio entrenador y actuar en consecuencia. A mayor desgaste, menor impacto motivador; algo que también influye en la propia motivación del técnico. Este, deberá replantearse objetivos, nuevos retos, desafíos mayores y volver a sentir estímulos que les satisfagan para volver a liderar un grupo de manera exitosa.
Los grandes entrenadores hacen equipo, existe una gran diferencia entre los jugadores que tienen la misma camiseta y los que conforman un equipo. Los miembros de un equipo bien construido a nivel psicológico tienen un propósito común, se comprometen con las limitaciones y barreras del equipo, se sienten sólo uno y anteponen todos los objetivos comunes a los individuales. A continuación se enumeran algunas estrategias que los entrenadores pueden implementar para conseguir un equipo exitoso (García-Más, 2014):
- Establecer normas: Para regular las conductas que serán aceptadas y cuales rechazadas, las premiadas y sancionadas.
- Crear señas de identidad: Los integrantes de un grupo tienen que sentirse atraídos hacia el grupo y aceptados por el grupo. A esto se le conoce como membrecía, que determina el grado de identificación como miembro que tiene una persona con el grupo. Hay que trabajar para que cada individuo se sienta atraído hacia y aceptado por el grupo.
- Fomentar tareas cooperativas: Realizar ejercicios durante los entrenamientos que fomenten la participación de todos los jugadores, sin excluir a ninguno por demarcación, ensayo de jugadas concretas o titularidad.
- Aportar roles claros: Que cada jugador comprenda lo que se espera de el, conozca el perfil de cada rol, se sienta satisfecho con el rol que ocupa en el equipo y acepte tanto su rol como el de los demás compañeros.
- Cohesionar al grupo: La cohesión es la tendencia a mantenerse juntos para conseguir los objetivos comunes. A través de evitar subgrupos, intensificar la cooperación, realizar actividades divertidas, reforzar los éxitos y acompañar en los fracasos…
- Trabajar como colectivo: Aprovechar los recursos individuales de cada uno para conseguir un objetivo mayor y común, ‘cooperar para competir‘.
- Orientar hacia el juego: Concebir la competición como un juego, más allá de ganar o perder, influirá positivamente en que el deportista se centre en lo que hace y mejore su rendimiento.
- Transmitir pasión: La pasión nos permite derribar los límites mentales, entrenadores como el Cholo Simeone bien claro lo tienen y transmiten a sus jugadores sentimientos sobre el futbol que los motivan, los hacen persistir y que mejoren su rendimiento.
El líder se hace día a día, trabaja incansablemente para mejorar y convertirse en una gran persona que consiga dirigir a su grupo por el camino que el conoce. Todas estas habilidades y destrezas pueden ponerse en práctica no sólo en el ámbito del entrenador, tanto en deporte base como de alto rendimiento, si no también en el ámbito empresarial, educativo, político… La sociedad necesita líderes y personas que crean en sus líderes, como dijo Phil Jackson (ex entrenador L.A Lakers) en su magnifico libro 11 anillos, “los buenos equipos se convierten en grandes equipos, cuando sus integrantes confían tanto en sus compañeros como para que prevalezca el “nosotros” sobre el “yo”.
@chescotrillo
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