Pedro Ángel Latorre
Resumen: Lo que hoy en día define al deporte es su carga ideológica, así, la primera acción que se lleva a cabo a la hora de valorar el deporte como elemento de poder es desposeerlo de su finalidad educativa y administrarle el carácter de actividad mercantil. En la llamada globalización, asistimos a un proceso de transnacionalización deportiva que mantiene como paradigma ideológico al deporte espectáculo. La lógica entre práctica deportiva y bienestar social es desvirtuada cuando el ocio y el tiempo libre se convierten en valor mercantil. Los educadores físico-deportivos debemos ser unos activistas del cambio social, para contribuir a través del desarrollo intelectual, de la libre conciencia, a la creación de un mundo menos ignominioso en el cual la actividad física no sea el instrumento más primitivo para la supervivencia, el enfrentamiento, la descarga laboral, sino como eje esencial de una auténtica sociedad del bienestar
Palabras Clave: Globalización, capitalismo, deporte, bienestar.
- ASPECTOS GENERALES DEL DEPORTE GLOBALIZADO.
Hoy en día el deporte ha alcanzado un valor polisémico: Deporte para todos, deporte de base, recreacional, competitivo, profesional, todos estos ámbitos de actuación se interrelacionan entre sí a través de diferentes estructuras sociales, políticas y económicas. Una de las características que definen la práctica deportiva es su fin en sí misma, su gratuidad y altruismo en su desarrollo que generan el encuentro humano positivo. Para Pierre de Coubertin el Olimpismo representaba una manera nueva de concebir las relaciones humanas, una manera de luchar por la paz, la solidaridad, la tolerancia…Sin embargo, Vizuete (1999) indica que lo que hoy en día define al deporte es su carga ideológica y la posibilidad de instrumentalizarla por su capacidad de convocatoria de masas, así, la Educación Física y las actividades que engloba, promovidas y manipuladas políticamente, pueden enmascarar sistemas políticos como niveles de calidad de vida, promocionando una imagen política irreal y adaptada a las necesidades de sus promotores.
Citando a Barreau y Morne (1991), “los esfuerzos de Pierre de Coubertin para crear una pedagogía deportiva humanista han fracasado”. El deporte amateur ha sucumbido ante el “saqueo” capitalista. El deportista es el instrumento de la ganancia y el espectador el gran consumidor arengado mediante estímulos patrióticos y sectarios. Ricardo (2000) indica que la globalización del deporte ha creado riqueza para un pequeño grupo de instituciones y mass media, así, en la búsqueda de mercado, los valores culturales y democráticos van perdiendo protagonismo. Además, la profesionalización del deporte en beneficio del consumo y del espectáculo ha sido un nuevo escaparate para agudizar las diferencias entre los países y la fractura social. El fútbol es la insignia de este delirio del deporte espectáculo.
Uno de los aspectos de la práctica deportiva competitiva actual se centra en el modelo meritocrático que organiza una política de premios y medallas como refuerzo del sistema competitivo (Fraile, 1999). Además, se ensalza un modelo masculino elitista donde la presencia del deporte femenino en los medios de comunicación es insignificante. Mediante el apoyo al deporte de elite se intenta hacer creer a la ciudadanía que se generan participantes, sin embargo, en gran medida lo único que se genera son espectadores. Por tanto, y según Vizuete (1999), la primera acción que se lleva acabo a la hora de valorar el deporte como elemento de poder es desposeerlo de su finalidad educativa y administrarle el carácter mercantil. Toda esta situación impacta en la subjetividad del profesional del deporte que es capaz de hacer sucumbir su capacitación profesional ante la inercia mediática y social del sistema económico y político.
Las posibilidades del deporte como convocador de masas, aglutinador de intereses y como elemento de desarrollo económico, ha creado los llamados barones del deporte, sujetos que ajenos a los fines altruistas, educativos y culturales que dicen perseguir, hacen presencia en la vida pública controlando el deporte espectáculo, organizan empresas, relaciones, influencias…, lo que les permite manejar grandes cantidades de dinero en beneficio propio, todo ello, a través de un complejo entramado de relaciones de servilismo, relaciones políticas y de la vida de los negocios (Vizuete, 1999). Ricardo (2000) señala que el deporte competitivo resulta de una industria de billones de dólares basada en la cooperación entre mass media, sponsors y autoridades deportivas. La planificación económica de los grandes eventos deportivos se ha realizado sobre la base de una mayor rentabilidad económica, lo que permita ingresar año tras año las mayores divisas a las televisiones y marcas publicitarias (Vizuete, 1999).
Por otro lado, la devastación medioambiental es una realidad intrínseca al neoliberalismo. En este sentido, el deporte es un elemento favorecedor. García Ferrando y cols (2002) señalan que determinadas prácticas físico-deportivas suponen una importante amenaza al ecosistema ambiental donde se desarrollan.
Según Atuve (2000) la institución deportiva se expande en el mundo (con el Comité Olímpico y Federaciones Deportivas), en la misma medida que se impone el capitalismo industrial como organización socio-económica dominante. En la llamada globalización asistimos a un proceso de transnacionalización deportiva que imprime al deporte las siguientes características: La configuración de una vasta macro-organización mundial muy poderosa, económicamente muy fuerte y dotada de funcionamiento jurídico independiente de los Estados, pero muy influenciada por las principales potencias deportivas mundiales que también lo son en lo económico, político, militar, etc., la conversión del deporte en una de las principales industrias del espectáculo, del entretenimiento y de canalización del tiempo libre; la aplicación de la ciencia y la tecnología, la progresiva desaparición del llamado deportista «aficionado “y la indiferenciación entre la Organización Deportiva Mundial y la empresa del espectáculo deportivo.
Los conceptos calidad de vida y sociedad del bienestar han ido acuñados en la sociedad capitalista. Es una entelequia concebir una sociedad del bienestar para todos en un sistema de producción capitalista; hablar de sociedad del bienestar es agudizar la fractura social en una sociedad acuciada por el desempleo, la precariedad laboral, la pobreza, y, sobre todo, teniendo en cuenta la progresiva privatización de servicios básicos como la sanidad, la seguridad y la educación. Ojeda (1993) indica que “mientras el Estado liberal proporciona seguridad jurídica a los individuos, el Estado Social, además, debe proporcionar seguridad frente al paro, la jubilación, la vivienda, la enfermedad…” por lo que siguiendo a Ochando (1999) una de las características del nuevo Estado del bienestar será la extensión de la política social a las clases medias y a otros campos del bienestar social. Todo ello, implica un intervencionismo del Estado para proteger determinados valores sociales básicos que garanticen la igualdad de oportunidades.
La precariedad laboral la definen Amable y cols (2001) como un constructo conceptual que une la temporalidad, la vulnerabilidad, el nivel salarial y la protección social. La precariedad laboral es una realidad en la “sociedad del bienestar” occidental. Según cifras de la OCDE aportadas por Jean Ziegler (2003), en la Unión Europea hay 50 millones de pobres y 17 millones de desempleados (más del 8% de la población activa total). En los países industrializados 100 millones de personas viven por debajo del umbral de la pobreza. En 2001 en Inglaterra sólo un trabajador de cada seis tenía trabajo estable y a tiempo completo. En Alemania sobre el 30% de las empresas pagan salarios inferiores al mínimo interprofesional. Amable y Benach (2000) señalan que en España se ha permitido e incentivado el empleo temporal desde el 15% en 1987 al 35.3% en 1995. La temporalidad en España según CCOO es acuciante en los jóvenes, así, el 50% de los trabajadores menores de 30 años son temporales, además, uno de cada cuatro de estos jóvenes está en paro.
Teniendo en cuenta que la actividad física y el deporte es esencial en el desarrollo del paradigma de la sociedad del bienestar, ¡Cómo es posible inculcar hábitos deportivos a una ciudadanía cuyo soporte de bienestar es una estabilidad económica garantizada y una jornada laboral que no aliene al trabajador! ¡ Cómo invitar a mi vecino, cercano a los 40 años, con sobrepeso, a que realice deporte, si tiene una jornada laboral cercana a las 60 horas semanales! ¡Cómo se pueden respetar los criterios de prescripción de un ejercicio físico saludable para una masa social importante, cuando sólo pueden realizar deporte una vez a la semana y, además, su salario es tan exiguo que no les permite abordar la compra del material deportivo adaptado sus características! El ansiado tiempo libre de la ilusoria sociedad del bienestar, no es tal sino un escenario más para el consumo, la descarga y la recuperación del trabajo. En este sentido, Bordieu (1993) significa que el hábito de práctica deportiva está íntimamente relacionado con el atesoro económico, cultural y de tiempo libre de la ciudadanía. La práctica deportiva aficionada y recreativa es en muchos casos un accidente en la población adulta, es fruto de la necesidad urgente de eliminar el sobrepeso, de la alienación en el trabajo, del síndrome “Bournout”…, este tipo de práctica es en muchos casos asistemática, esporádica y no contempla los criterios básicos de prescripción de una práctica deportiva saludable, debido, fundamentalmente, a que se desarrolla dentro de un hermético marco de tiempo libre y, además, está condicionada por el mimetismo hacia el alto rendimiento.
Pero en el capitalismo lo más importante es participar, lógicamente, del espectáculo deportivo y del consumo visceral que genera, incluso la participación deportiva es imprescindible, ya que es el otro yacimiento del consumo. La mayor parte del material deportivo se devalúa de un año para otro.
En muchos casos se ensalzan las bondades del deporte espectáculo y de consumo por la gran masa laboral que genera, sin embargo, el empleo que produce el sector deportivo en España, según un informe del CSD (2000), es precario, temporal y desregularizado.
- EDUCACIÓN FÍSICA, CULTURA Y CAPITALISMO
El deporte es un derecho del ser humano consagrado en la Carta Internacional de la Educación Física y el Deporte. La educación es el instrumento imprescindible de la sociedad civil para garantizar su desarrollo armónico y justo. La educación y la información son el elemento que permite a los pueblos adquirir una conciencia libre. Como señala Vázquez Montalbán (1993), los mass media tienden a imponer el referente del triunfador social histórico, que se atesora en el individuo del Norte (Gran Consumidor). En parte y atendiendo a Puente Ojea (1999), esta situación potencia el proceso de regresión de la conciencia al primitivismo de épocas que creíamos definitivamente canceladas. La creciente acumulación capitalista, no es ajena a la recaída en concepciones mítico-religiosas que se transforman en mercancías en el mercado del ocio, la evasión y el entretenimiento y fomentan solamente la razón en sus funciones tecnológicas e instrumentales. El último reducto posible de la libertad, la mente, está siendo también colonizada por el imperio mediático al servicio del poder y el dinero en su designio de transformar a la especie humana en un rebaño obediente y conformista con los intereses de una explotación anónima que ya no conoce fronteras. Esto entronca también con el fenómeno deportivo actual, a falta de identidad personal, de frustración y resentimiento socio-laboral, las asociaciones y clubes deportivos son el balneario donde sublimar problemas más profundos, el espectáculo deportivo es un escenario imprescindible del sistema para adormecer a la masa y dar la sensación que pertenece también a un grupo de triunfadores. Así y según James Petras (2000), el nuevo imperialismo no sólo esclaviza los cuerpos de sus súbditos sino que, además, trata de inculcar un servilismo a sus mentes; la cultura imperial es el consumo a gran escala, la producción y distribución de bienes culturales que atomizan y fragmentan colectividades al crear comunidades virtuales, que están separadas de sus realidades sociales. Los espectáculos deportivos son circos pero sin el pan.
La globalización neoliberal supone un proceso de internacionalización de la cultura a través de las nuevas tecnologías de la información. García Ferrando y cols (2002) indican que la omnipresente y creciente preferencia del deporte espectáculo en los mass media unido al gran desarrollo del consumismo deportivo está produciendo un rechazo de la cultura deportiva a grupos amplios de la ciudadanía. Además, las personas con menos estudios y de estratos económicos modestos, apenas han mejorado o incluso han reducido su práctica deportiva en esta última década.
Los supuestos valores sociales y morales presuntamente adjudicados al deporte: solidaridad, honestidad, respeto, tolerancia, disciplina, adquisición de roles sociales…,hoy en día se derraman en su inconsistencia dentro del modelo meritocrático y plutocrático del deporte espectáculo capitalista. Como señala Cagigal (1991), la comercialización del espectáculo deportivo no es peligrosa porque atente contra valores espirituales del deporte, sino porque convierte al espectáculo deportivo en producto de venta, con lo que pasa a convertirse en producto que debe ser consumido; por tanto, no el espectáculo deportivo sino este espectáculo deportivo al que asistimos, convertido en hecho trascendental, avasallador, que excita a la masa o que convierte a la gente en masa, debe ser objeto de rigurosa crítica social. En este contexto, Velázquez (2001) indica que el deporte popular se ha configurado miméticamente adoptando las mismas formas de práctica, rituales, valores, recompensas etc.; por tanto, la práctica popular del deporte, de la mano de instituciones públicas y privadas, ha reproducido y legitimado la ideología dominante. Mandell (1986) señala que no puede señalarse que el deporte moderno haya llevado bienestar a las masas, ni solidaridad entre pueblos y culturas, que haya eliminado el racismo y el sexismo o que aporte un referente ético y moral a la ciudadanía
La A.C.E.S (1988) indica que el referente mitológico de los nuevos héroes deportivos es otro instrumento del sistema capitalista para mimetizar de nuevo su modelo de producción, así los grandes deportistas presentan unos valores como: el tesón, el trabajo, la disciplina, el duro entrenamiento y la competencia despiadada como base del triunfo. Sin embargo, los éxitos en el deporte espectáculo trascienden de la concepción épica e idealista, se centran básicamente en la consecución de un estatus económico. Los nuevos héroes son los mejores defensores del sistema. Se instrumentalizan a los deportistas de elite para formar parte de campañas electorales, Abel Antón, Yago Lamela, Marta Domínguez, Emilio Butragueño, posan con el candidato del PP Mariano Rajoy en la precampaña electoral para las generales del 2004. Sin embargo, muy pocos deportistas de alto nivel se comprometen públicamente con cuestiones de naturaleza social (no a la guerra, lucha por el 0.7, etc.).
Todo esta parafernalia mitológica en la que sucumben instituciones educativas, administraciones estatales, regionales y locales es una burda entelequia, muchos son los llamados pero muy pocos los elegidos, la mayor parte de estos deportistas de base se quedan en el ostracismo, el abandono, la lesión, la frustración o son el sostén de este modelo competitivo segregacionista y mutilador.
Romero (2003) indica que la Organización Mundial del Comercio parte de una concepción mercantil de la cultura. Más allá de las perspectivas humanistas y antropológicas, para el Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios, la cultura es otro producto objeto de mercado. En el capitalismo reaparece la dualidad cuerpo-alma, en este caso, el alma no existe, sólo tiene sentido lo material, el cuerpo, que hay que cuidar con el consumo de determinados bienes y servicios, incluso hasta llegar a la obsesión (vigorexia, doping, anorexia…).
La A.C.E.S (1988) señala que es necesario distinguir entre las funciones estructurales del sistema y las necesidades del individuo, no se trata de criticar la necesidad de llevar una vida sana, sino de tomar conciencia de las condiciones en las que el deporte se desarrolla en una sociedad de opresión y la transmisión de valores que con su práctica se efectúa. Si el deporte tiene tanta importancia en nuestra sociedad es por la capacidad de transmitir los valores de la clase dominante y el mantenimiento del sistema de explotación.
Por último, Beer (1996) indica que es el momento de iniciar el proceso de consolidación académica y teórica de la Educación Física y constituirla como una ciencia propia y en un paradigma crítico, insertándola en torno a las problemáticas sociales y educativas. Hay que convertir los contenidos de la Educación Física en verdaderamente significativos, socialmente válidos. Hay que revisar nuestra práctica educativa desde un prisma que quizás nunca se haya realizado y es el ideológico. En este sentido, Barreau y Morne (1983) indican la necesidad de diseñar una perspectiva humanista de la práctica deportiva que nos permita separarla de las diversas alienaciones ideológicas y económicas que la deshumanizan.
- CONCLUSIONES
Los educadores físico-deportivos debemos ser unos activistas del cambio social para contribuir a través del desarrollo intelectual, de la libre conciencia, a la creación de un mundo menos ignominioso en el cual la actividad física no sea el instrumento más primitivo para la supervivencia, el enfrentamiento, la descarga laboral, sino como eje esencial de una auténtica sociedad del bienestar. Nuestro conocimiento de la motricidad y el fenómeno deportivo no sólo debe quedarse en planteamientos científico-técnicos, debemos reconsiderar los aspectos antropológicos y sociales que rodean al fenómeno deportivo con el fin de abordar una educación auténticamente integral, así evitaremos convertirnos en unos tecnólogos del deporte. Sólo existirá deporte para todos cuando concurran las circunstancias éticas, sociales y económicas que permitan una libre conciencia y un auténtico tiempo libre personal. En suma, el deporte es un auténtico atesoro cultural e instrumento insustituible para la promoción de la salud, por tanto, debe organizarse desde una perspectiva proteccionista sobre las perversiones del comercio.
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