Alejandro Copete // @Ale_Copete
El equipo de la barriada malagueña de El Palo se ha metido en problemas y serios. Tras una primera vuelta donde consiguieron 24 puntos y tenían más o menos la mitad del trabajo hecho para seguir un año más en la Segunda B, el equipo se ha ido desinflando y actualmente ocupa puestos de descenso. Pero también es verdad que esta temporada a fecha de hoy, desde la mitad hacia debajo de la tabla, nadie puede estar tranquila y a salvación y la quema penden de un hilo bastante fino.
El CD El Palo, que no sabe lo que es ganar fuera de su barrio, está viviendo en sus propias carnes la irregularidad que han tenido durante todo el año. Un equipo que llama la atención que no tenga diferencia de goles en contra (37 anotados, 37 encajados) viendo la posición que ocupa. Los de Rafa Muñoz no ven refrendado desde atrás su juego atractivo de ataque y ahora es el momento de sacar las calculadoras y de las conjuras. El club se aferra a su estadio de San Ignacio, a su barrio, a su afición, a su hogar para salvar la categoría y seguir haciendo historia. Ya esta semana han tenido reuniones y cenas de hermandad para intentar revertir la situación de solamente un punto ganado de los 18 últimos disputados, que ya suena como una penetrante alarma a viva voz.
La llegada de Apoño en el mercado invernal fue una de las noticias bomba en materia de fichajes y parecía la consolidación de una plantilla cargada de jugadores locales y cedidos por el Málaga CF, como el portero Ballesté: buenos reflejos, saber posicionarse, habilidad con los pies y quizás un futuro en La Rosaleda. Otro de los veteranos que conocen la élite, Gaspar, será baja por lesión; y el propio Apoño es duda. Damián Zamorano, argentino que tambén llegó en enero, se ha asentado en el once titular del equipo paleño.
Sabiendo que de las cinco jornadas que quedan, en tres será el anfitrión, el Centro de Deportes el Palo lo tiene claro. Nadie será agasajado y recibido con los brazos abiertos. Todos quieren un barrio unido ante la adversidad. Quieren un West Ham, un Rayo Vallecano, un barrio de la Boca, un Chievo de Verona, un St. Pauli de Hamburgo. Todos quieren defender su orgullo y el del barrio.