Rosa Bárcenas
En el extenso término municipal de Santiago – Pontones, en la Sierra de Segura, hace mucho tiempo, existían una serie de aldeas esparcidas por todo el territorio llenas de vida y trasiego, donde sus habitantes vivían en armonía y paz con el medio, volcados en sus labores diarias con el ganado, en su hortal, amasando su pan, cuidando sus colmenas, elaborando desde sus conservas a sus ropas de abrigo, en definitiva, echándole un pulso a la supervivencia con lo básico para su subsistencia. Hoy día se encuentran abandonadas y en estado de ruina en su mayoría, debido principalmente a la expropiación a la que se vieron obligados sus habitantes en los años sesenta y setenta para la creación de un gran coto de caza, algunas incluso fueron dinamitadas.
Hay un recorrido espectacular de unos 30 km diseñado por la organización de un trail de montaña de carácter benéfico que te deja sin palabras, te obliga a pasar por esas aldeas en ruinas entre el paisaje abrupto integrado en un territorio repleto de naturaleza salvaje en el corazón de la Sierra, donde rezuma la historia de otros tiempos y de otra forma de vivir. Mientras corría el circuito escuchando exclusivamente mi respiración, cerraba los ojos y el aire gélido un 29 de abril me transportaba a aquellos tiempos.
El aislamiento que ha sufrido esta tierra a lo largo de muchos años, debido a sus especiales circunstancias geográficas, ha hecho que muchas de las costumbres y modos de vida serranos se encuentren inalterados en la actualidad. Si la recorremos sin prisa, podemos apreciar la gastronomía, las costumbres, sus fiestas tradicionales, el habla peculiar de sus habitantes, estas gentes aún guardan la esencia de vivir en sintonía con la naturaleza, lejos de las presiones de los horarios, estreses y redes sociales.
Mientras recorro sus senderos, pienso cuanto nos costaría, hoy por hoy, volver a esa forma de vida, necesitaríamos un periodo de aclimatación, si lo hiciéramos de golpe nos daría un ‘sincope’, la gente de estas tierras es llana y transparente, su forma de acogerte e integrarte en su sistema sin esperar nada a cambio, ni siquiera que sepas apreciarlo, te hace recapacitar sobre como vivimos en la urbe donde la frialdad y la prisa nos ahogan entre tanta gente y donde el sucio aire que respiramos nos enferma.
Indescriptible este territorio y lo que te hace sentir…el Valle de las Aldeas perdidas…como nosotros…