“Cuando la decisión del árbitro es injusta, pierdo el control, me enciendo y no me doy cuenta de nada de lo que hago y digo”, me expresaba un futbolista profesional en sesión.
Aprender, con el entrenamiento psicológico, a regular y modular las emociones es una de las ventajas competitivas en el mundo del deporte.
Si eres consciente que ante determinadas situaciones tiendes a reaccionar emocionalmente de una forma poco productiva, debes saber que puedes “reeducar” a tu cerebro para no proyectar o sacar esa emoción que no suma en tu rendimiento.
Como deportista, te invito a que profundicemos juntos en el mundo de las emociones. ¿Me acompañas?
En primer lugar, es importante acercarnos a la definición científica de las emociones. Las emociones son química, energía en movimiento que nos moviliza e impulsa a la acción. Los deportistas vivenciáis las emociones como sentimientos intensos que aparecen ante una situación de su vida personal o deportiva.
En segundo lugar, es necesario, que aprendas a identificar y a poner nombre a tus emociones. Te ayudo con esta tarea.
Existen emociones primarias o básicas. Son el miedo, la tristeza, la ira, la alegría, la sorpresa y el asco. Es habitual que, como deportista y persona, hayas experimentado alguna de ellas porque te acompañan desde que naces. Tienden a movilizarte de una forma específica.
Y existen emociones secundarias o complejas. Derivan de las primarias y surgen cuando éstas se combinan. Estas emociones secundarias se aprenden de las personas de nuestro entorno y de la cultura social. Al contrario que las emociones básicas no generan de forma automática un patrón de comportamiento específico, sino que pueden disimularse o pasar desapercibidas.
Algunas de estas emociones más habituales en el deporte son la culpa, la vergüenza, el orgullo, los celos, el placer, la envidia…
En tercer lugar, es relevante que entiendas que las emociones no son causa de las situaciones, si no de cómo interpretamos o evaluamos lo que nos pasa. Las situaciones no tienen ningún significado emocional en sí mismas, pero sí lo tienen los pensamientos que utilizamos para interpretarlas.
Desde esta premisa, te sugiero como deportista que exploremos juntos, paso a paso, el proceso mental necesario para que las emociones que limitan tu rendimiento dejen paso a aquellas emociones que pueden potenciar tu rendimiento en la competición.
- Analiza qué situación habitual te saca de la competición. En el caso de mi deportista compartido, era una decisión arbitral que entendía injusta. Te pido que te quedes con esta situación que has identificado y te preguntes: ¿Qué suelo hacer cuando aparece esta situación? ¿Qué hecho es para mí el desencadenante que me impide estar focalizado en lo que depende de mí?
- Analiza qué interpretación haces de ello y reflexiona sobre si esta interpretación te favorece o te perjudica. En el caso de mi deportista, interpretaba esta situación con pensamientos del tipo “el árbitro nos está robando”, “todos están en contra del equipo”, “el jugador de ellos tenía que ser expulsado” o “cuando me cruce con él, se va a enterar”. Estos pensamientos derivaban en una interpretación que no le sumaba en su rendimiento. Deportistas, ¿por qué algunos de vosotros, ante una situación como esta, la ignoráis mientras que otros os venís abajo o reaccionáis de una forma emocional desadaptativa? Todo esto tiene unas razones, unos motivos. Como deportista, te invito a que busques estas razones. Lo importante es darte cuenta de por qué estas interpretando así lo que sucede.
- Una vez interpretada la situación, afloran las emociones y, en ocasiones, indicadores fisiológicos. En el caso de mi futbolista, esta situación desencadenaba enfado, ira y rabia. Y habitualmente, acompañados de sensación de calor, sudoración y apretar de dientes. Las investigaciones han demostrado que muy pocos deportistas rinden mejor bajo emociones secundarias como la ira o el enfado. Por ello, la reconducción de la situación se puede hacer antes, con la interpretación previa de lo que esta pasando (paso 2), haciendo una interpretación más adaptativa y no de una forma negativa hacía ti. Por ejemplo “El árbitro se ha equivocado como también nos equivocamos los deportistas”.
- Reflexiona sobre tu comportamiento, ¿cómo actúas en base a todo lo anterior? En el caso de mi futbolista, ante una situación que interpretaba como injusta, era habitual que protestara al árbitro de forma airada y, en ocasiones, fuera amonestado o expulsado.
Resumamos todo lo anterior:
Paso 1: Lo que te sucede en competición.
Paso 2: La interpretación que haces de la situación.
Paso 3: Lo que comienzas a pensar a partir de ahí.
Paso 4: Este pensamiento va a dar lugar a la emoción y cambios fisiológicos.
Paso 5: La emoción como preámbulo y condicionador de la acción.
En definitiva, no actuamos solo de forma racional sino también como consecuencia de nuestras emociones y como reacción a los cambios fisiológicos que experimentamos.
Desde la Psicología deportiva trabajamos que los deportistas aprendan a poner en sintonía los 3 sistemas: fisiología, emoción y pensamiento para que la acción que salga sea coherente con estos 3 niveles.
Y tú, ¿cómo gestionas tus emociones?
Jose Antonio Montero
Psicólogo Deportivo
Experto en Psicología del Deporte y Coaching deportivo
Máster en Psicología de la Actividad Física y el Deporte