Alejandro Copete // @Ale_Copete
Ni el mejor escritor de novela negra, ni el mayor director de cine de suspense, ni tan siquiera el terror febril, cruel e impasible surgida de la imaginativa mente de H.P Lovecraft se hubieran imaginado el guión que ha seguido el RCD Mallorca a lo largo de la temporada. Estaba a ser llamado como uno de los grandes, pero se encuentra en serios y profundos problemas. Le va la vida en ello en estas últimas jornadas. Un ejemplo a no seguir para los equipos que descienden de Primera este año. Se diría que desde la península puede olerse el miedo que tiene su epicentro en el Estadio Iberostar.
¿Cómo hemos llegado a esta situación? ¿Cuáles han sido el inicio y nudo de esta trayectoria que ha llevado al conjunto bermellón a ocupar el décimo octavo puesto de la tabla, a solamente un punto de la quema? ¿Qué ha provocado que hayan encadenado siete partidos sin conocer la victoria y ser el segundo equipo más goleado de la categoría? Estas preguntas son el pan de cada día para todos los estamentos mallorquinistas. Oltra fue sustituido por Lluís Carreras, y la afición carga contra el presidente Cerdá y el máximo accionista Serra Ferrer, al que al parecer se le daba mejor eso de estar en los banquillos que en los palcos de los estadios.
Y además, para redondear, cuentan con una plantilla confeccionada para volver a la élite pero que se ha encontrado de bruces con la realidad. Es duro caer, pero más duro es volver a levantarse. Pese a los jugadores de renombre y experiencia como Geijo, Alfaro y N’sue, el Real Mallorca está desesperado. El canterano Álex Moreno, que disfruta de su alternativa en la banda izquierda, y otro jovencísimo jugador, Thomas Partey, son de los que más minutos han disputado de momento. Quizás la rabia de la juventud sea lo que necesita este club isleño que ha perdido por lesión a su pichichi Gerard.
Me van a permitir que termine esta previa con un titular sacado del Diario de Mallorca del pasado 12 de mayo: “Cerdà sueña con el ascenso mientras la plantilla teme el descenso”. Creo que los compañeros de dicho periódico no han podido dar más en el clavo del ambiente que se vive en el club bermellón. Mientras algunos, los de arriba, son optimistas (o se auto engañan), los que juegan y pelean cada fin de semana se dan cuenta de lo dura que es la categoría de plata. Vengas de donde vengas, seas quien seas, el infierno no hace distinciones.