Alejandro Copete // @Ale_Copete
El mundo se ha parado durante un instante. Un momento imperceptible y fugaz que duró lo que tarda un árbitro en soplar por su silbato desde un estadio de fútbol en la ciudad de Sao Paulo. El trencilla bajó la mano y el esférico empezó a rodar. Un nuevo Big Bang, ya que a partir de ahora todo gira alrededor de Brasil. Es el Mundial de fútbol de la FIFA, es quizás una de las competiciones más bonitas que pueden existir en el mundo del balompié. Es el torneo que desde pequeños emulábamos en patios y calles, jugando a ser selecciones que llegaban lejos. Pienso que si tuviéramos que explicarle a algún extraterrestre la palabra “fútbol”, le enseñaríamos un vídeo de algún mundial. Y entendería a la perfección todo lo que supone las pocas semanas que dura el torneo, y porque siempre deseamos que esos cuatro años hasta el próximo pasen volando.
Es la máxima aspiración de un futbolista, o debería serlo. Hay cabida para todos los tipos de sueños: desde ganarlo hasta conseguir una primera victoria que pase a la Historia de los más humildes. Es el momento de intentar superar viejas rencillas, pero sin olvidar el espíritu de revancha sana que puede abarcar un partido a priori poco interesante como un Portugal-Angola. Es, dependiendo del horario, la capacidad de madrugar o trasnochar para ver fútbol. Es la oportunidad de encontrarte y enfrentarte a rivales y amigos de todo el mundo. Para muchos, su única oportunidad. Por eso nadie quiere perdérselo. Como por ejemplo Jona, que finalmente se quedó sin formar parte de los 23 seleccionados por Honduras para representar a su país en Brasil. El delantero se quedó sin poder emular al, de momento, único jugador del Real Jaén que llegó a disputar una cita mundialista vistiendo la elástica blanca, aunque fuera en manera de cedido, como vamos a ver.
Estamos hablando de Adel El Sellimi, delantero procedente de Túnez, con la que disputó el Mundial de Francia 98. El Sellimi era un delantero que empezó su carrera deportiva en el Club Africaine de su país natal. Posteriormente sería traspasado al Nantes francés en el año 1996 tras una magnífica actuación en la Copa de África disputada ese año en territorio sudafricano. Sin embargo, la inconsistencia en su juego debido a las lesiones y a un pobre bagaje de goles durante su primera aventura europea, hizo que peligrara la posibilidad de seguir defendiendo a su país mediante el deporte, y la solución fue la cesión a un Real Jaén que peleaba por no descender de la Segunda División española ya con la temporada 97/98 disputándose.
Pese a recaer en su lesión durante su estancia en Jaén y no poder conseguir el objetivo de la permanencia, sus actuaciones y goles le permitieron viajar a Francia con la selección de Túnez: las águilas de Cartago. La ciudad fundada por fenicios en el norte de África que tuvo la osadía de enfrentarse a Roma. Derrotada por el Imperio Romano, fue después invadida por los vándalos, bizantinos, árabes, españoles, otomanos, franceses y por la Alemania Nazi. Muchos dueños hasta la independencia de Túnez y su nombramiento como Patrimonio de la Humanidad.
En el Mundial de 1998 Sellimi disputó los 3 partidos de su equipo durante la fase de grupos como titular, enfrentándose a Colombia, Rumanía e Inglaterra. El equipo africano solo pudo conseguir un empate frente a la selección rumana en su segunda participación en un Mundial (ya estuvo en Argentina 78) y el delantero no pudo marcar ningún tanto.
Tras el Mundial, Adel El Sellimi no renovó su cesión con el Real Jaén y marchó al Friburgo, motivado quizás por sus compañeros de selección Zoubeir Baya y Mehdi Benslimane, que ya formaban parte del equipo germano y que junto a Sellimi eran de los pocos jugadores tunecinos que jugaban en ligas de primer nivel. Allí en Alemania permaneció hasta el año 2002, año en el que volvió a representar a su país en otra cita mundialista, en este caso en Japón y Corea. Dispuso de minutos en dos partidos de la fase de grupos, pero tampoco consiguió anotar. Una espinita difícil de quitar para un delantero.
Con un total de 71 internacionalidades y 20 goles con su país, tras retirarse en el fútbol africano (en el mismo club de donde provino, un fin de historia cíclico), actualmente ejerce de entrenador en Túnez. Un país que sueña con volver al Mundial tras Alemania 2006 y que quiere volver a ganar un partido, ya que no lo hace desde su primera participación, que logró el hito de ser el primer equipo africano en ganar un partido en un Mundial. Túnez abrió el paso a la Camerún del 90, a la Senegal de 2002 y a la Ghana de 2010, por decir varias. El águila de Cartago voló alto en 1978 y señaló desde los cielos el camino a seguir por un continente entero que olvida sus penalidades a través de ese deporte, mágico y a la vez cruel, que es el fútbol.
Y también esperan desde Jaén aportar de nuevo un jugador que forme parte de la élite. Tenemos que señalar también aquellos que, aunque no portaran la elástica jiennense en esos momentos concretos, si llegaron a disputar Mundiales: Manolo Jiménez (Italia 90) y José Basualdo (Italia 90 y EE.UU 94). Para un futbolista, como decíamos arriba, es más que un sueño, más que un deseo. Es la oportunidad de mostrarte al mundo entero y formar parte de la Historia del fútbol. Cada 4 años, todo se para y vuelve a moverse en un ciclo sin final. Y el futbolista está ahí en medio, como un Dios al que implorar para que tenga la gracia de introducir un balón en una portería. Es el Fútbol, es el Mundial.