Diego M. Díaz // @dmdiazsalado
La Santísima Trinidad del deporte patrio se ha ido al traste en un aciago 2014. Selecciones nacionales de fútbol, baloncesto y tenis, otrora granero de triunfos, han dado con sus huesos en el lecho del pozo del sonado fracaso en las concurrencias de esfera mundial a las que han optado. Un estrepitoso resbalón de tres deportes que no hace mucho se presentaban invencibles. El cuarto en discordia, según triunfos de los últimos lustros, llega al examen de federaciones: Campeonato del Mundo de Ciclismo en Carretera, para más inri, en asfalto español. Ponferrada y su comarca del Bierzo acogen durante toda la semana esta prueba organizada por la Unión Ciclista Internacional, que se presenta como el momento culminante de la temporada del pedal. La lucha por el ‘arcobaleno’ se desata, y España, más obligada que nunca, debe romper dos tendencias negativas, la trayectoria de nuestros grandes deportes en el presente año y una sequía de triunfos en este campeonato mundial que alcanza una década. Desde Verona en 2004 no consigue un ciclista patrio la presea de oro en la prueba de ruta, cuando el cántabro Óscar Freire lograra el tercero de sus cetros mundiales. Desde entonces, un sinfín de ridículos, a pesar de contar con el equipo más potente en perfiles ávidos de lustre para nuestra tropa. El último de ellos en Florencia. El campeonato más apto para que un español retomara la perdida senda del triunfo en estas lides, y Joaquim Rodríguez y Valverde, ¡ay Alejandro!, desaprovecharon una situación de superioridad y para dejarse embaucar por el ciclista más zorro del pelotón -entiéndase la comparación en virtud de su inteligencia táctica-, el lusitano Rui Costa, que ha presumido esta temporada, con más pena que gloria, del merecido maillot arcoiris.
Los últimos derroteros del Campeonato del Mundo han engrosado nuestro palmarés, muy exiguo hasta la década de los noventa. Conviene recordar que España no consiguió el triunfo en esta importante competición hasta que en 1995 un joven Abraham Olano nos hiciera diera un vuelco al torrente sanguíneo con un épico triunfo en Duitama, Colombia, seguido por unos tales Miguel Induráin y Marco Pantani. No fue, por tanto, hasta la sexagésimo segunda edición de esta competición cuando España, una de las históricas potencias ciclistas, consiguió la medalla de oro. Un mundo. Lo que demuestra la nula tradición patria en esta prueba otoñal de máxima categoría. Desde el triunfo de Olano nuestro palmarés se ha jalonado de victorias, medallas y puestos de honor hasta el punto de situarnos como el quinto país en el orden de galardonados. Los precursores, Ocaña en los sesenta y sobre todo, Juan Fernández, ganador de tres medallas en los años ochenta, no podrían ni imaginar que sus compatriotas optarían al todo en la primera década del nuevo siglo, en la que se sucedieron hasta cuatro victorias, (Freire en 1999, 2001 y 2004 e Igor Astarloa, en 2003). Pero no sólo eso. Desde los podiums de Fernández e Induráin, -caso aparte es el affaire de nuestro mejor ciclista de la historia con esta competición, dos platas y un bronce-, se han multiplicado las medallas. Plata y bronce para Purito y hasta cinco preseas para Valverde. El murciano, con dos subcampeonatos y tres terceros puestos en los últimos años, es el máximo exponente de lo cerca que hemos estado de la gloria en la década que ahora se cumple desde el último triunfo de Freire. El estado de forma, el circuito y un equipo potente están de su parte. Es el líder de las operaciones y quien debe asumir la responsabilidad de que el ciclismo venza los temores del fracaso al que se han abocado las otras selecciones joyas de la corona.