Alejandro Copete // @Ale_Copete
No puedo tener mejor debut en la categoría de bronce el filial granadino. Su sexta posición fue la culminación a una trayectoria meteórica hasta el momento, ya que hace tres años el Granada B se batía en duelos en la Primera Andaluza. De jugar contra el CD Baza a enfrentarse al Real Jaén en La Victoria en sólo tres temporadas. A cualquiera le daría un poco de vértigo. Menos a Quique Pina.
El presidente del Granada lo tiene claro: hay mimbres para subir a Segunda División y de esta manera, los Pozzo tengan otro equipo más casi en la élite. La red de ojeadores y de clubes pertenecientes a la familia empresarial italiana permite soñar con dichos objetivos. Y si subir a la categoría de plata del fútbol español no fuera suficiente motivación, la llegada al primer equipo de un entrenador como Joaquín Caparrós, que presume de mirar la cantera en momentos de necesidad, es un factor más a tener en cuenta para los más jóvenes.
De momento ya han disfrutado de minutos con el primer equipo jugadores como Isaac Sucess, Darwin Machís y Sulayman. Es el filial granadista una O.N.U en potencia, ya que las anteriormente mencionadas redes de los Pozzo han desembocado en una plantilla conformada por jugadores de hasta nueve nacionalidades diferentes, destacando jugadores africanos y sudamericanos. Como por ejemplo el colombiano Cuero, referente en ataque con cuatro goles; y los ghaneses Clifford y Boateng, dominadores del centro del campo gracias a una característica del equipo entrenado por Joseba Aguado: poderío físico, técnica de otro nivel y juego alegre y rápido.
Las milicias nazaríes de la época contaban con la Muttavia: tropas de mercenarios contratados temporalmente de todas las clases sociales y lugares del Islam. Con ellas intentaban defender las fronteras del último reino islámico en la península y ya de paso, si se podía, ampliar los terrenos del mismo para llegar a alcanzar viejas cotas de gloria pasadas. Sin embargo, al final según la leyenda, el último rey nazarí acabó llorando consciente de que había perdido mucho más que una ciudad o un reino. Quien haya visitado o vivido en Granada lo sabe. Y en el fútbol, que es de lo que hablamos aquí, parece que en la capital nazarí nadie está dispuesto a llorar. En todo caso, que sea de alegría.