Francisco Trillo // @chescotrillo
Los padres y madres son las personas más significativas del joven deportista. Junto al entrenador se puede apostar por el trabajo conjunto para modelar una serie de conductas y promover otras que favorezcan el desarrollo integral del niño/a.
Carlos está en el patio de su colegio jugando con sus compañeros de clase. Desde el otro lado de la valla, en la calle, sus padres le animan, aconsejan cómo jugar con sus amigos y le llaman la atención cuando ellos creen que no está haciendo algo bien. Al sonar el timbre, cuando todos los niños vuelven a clase tras el recreo, lo padres de Carlos se dirigen hacia su maestra para recriminarle y hacerle ver cómo tiene que enseñar a su hijo. Del mismo modo se dirigen hacia la directora del colegio y le comentan lo mal que está organizada la clase de su hijo en lo que a materiales y ratio de niños se refiere.
Esta situación es una analogía de lo que pasa en muchas gradas de espacios deportivos de deporte base y profesional. Son demasiados los casos en los que estas gradas se llenan de insultos a árbitros, entrenadores, niños rivales y compañeros de equipo por parte de “padres y madres entrenadores” que analizan, comentan y exigen lo que tienen que hacer las personas de su alrededor. Este tipo de lenguaje y conductas son observadas por los niños y niñas, lo que ejercerá gran influencia en el desarrollo integral de estos deportistas en potencia en su proceso deportivo y personal.
Actualmente se está investigando cómo la interacción parento-filial que se produce en el ámbito deportivo es un elemento de gran relevancia para el desarrollo deportivo (Amenábar, Sistiaga y García, 2008). De este modo conductas que se producen frecuentemente y que pueden ser dañinas para el desarrollo del niño/a serían:
- Ejercer un apoyo inadecuado.
- Exigir al niño/a por encima de sus posibilidades.
- No valorar al entrenador.
- Pensar que lo importante es la acción personal (marcar goles, puntos de 3…).
- Responsabilizar de los errores del niño/a al entrenador, árbitro o a los compañeros.
Estos comportamientos, realizados por parte de los padres y madres, suponen un impedimento para el desarrollo integral del deportista joven influyendo tanto a nivel de habilidades sociales, emocionales como deportivas (Lorenzo y Cubero, 2014). La formación deportiva de los jóvenes gira en torno a tres puntos, Padres-Jugador-Entrenador (figura1). En este triángulo deportivo están interrelacionados los adultos (entrenador y padres) que jugarán un papel clave en la formación de las características personales del jugador orientadas a su proceso deportivo.
El problema de las expectativas
A lo largo del crecimiento del joven deportista, padres y madres desarrollan expectativas y creencias acerca de lo que van a conseguir a corto, medio y largo plazo. Estos objetivos pueden ser más o menos alcanzables (realistas) en función de su naturaleza y de las características del deportista en cada momento evolutivo. Las expectativas más allá de la práctica deportiva influirán en el desarrollo del niño/a en la forma de definirse a sí mismo (autoestima), los vínculos afectivos que establecerán con otras personas y la determinación de las propias metas expectativas personales. Por lo tanto una exigencia demasiado elevada por parte de los padres a conseguir sus objetivos podrá provocar sentimientos de frustración, desmotivación o incluso abandono de la práctica deportiva.
Algunas estrategias para intervenir sobre las expectativas y objetivos de padres y madres en la práctica deportiva podrían ser las siguientes:
- Analizar los puntos fuertes y a mejorar del niño/a: Evaluar los objetivos que se pueden conseguir desde el punto en el que se parte.
- Escuchar los intereses y opiniones del niño/a: Búsqueda del consenso entre el triangulo deportivo (Jugador-Padres-Entrenador).
- Planteamiento realista de los objetivos: Valorar el proceso y momento presente. “Disfrutar del partido” vs “Ser futbolista profesional”.
- Formular los objetivos en positivo: “Comer sano antes del partido” vs “No comer chucherías antes del partido”.
- Establecer objetivos que dependan del niño/a: “Control y pase” vs “Ganar el partido”.
- Definir de forma precisa y medible los objetivos: “Llegar 10 minutos antes de la hora del entrenamiento”.
- Establecer niveles en los objetivos: Corto, medio y largo plazo.
Motivación vs Presión
Es fundamental el trabajo conjunto de los entrenador/es y de padres/madres para influir en la motivación hacia el ejercicio físico y la practica deportiva del niño/a. El objetivo en este sentido pasa por preguntarse y reflexionar sobre por qué el joven elige este deporte. Conocer qué experimenta el niño/a cuando practica este deporte y sus motivos nos ayudarán a recordar que es un juego y a desviarnos de la variable de competición del juego. Las repercusiones de una motivación adecuada afectaran al autoconcepto del jugador (percepción que tiene el niño sobre sí mismo).
Estrategias para intervenir sobre la motivación/presión que ejercen los padres y madres sobre sus hijos/as deportistas:
- Orientar la motivación hacia la promoción del desarrollo: Ocio, diversión, salud, sociabilización, adquisición de habilidades… vs competir para ganar.
- Orientar la motivación hacia metas positivas: Ganar el partido por la satisfacción que produce conseguir nuestros objetivos jugando bien.
- Obtener recompensas internas: Sentirse competente, divertirse, esforzarse vs ganar medallas o conseguir elogios.
El desarrollo de la autonomía
La práctica deportiva ofrece muchas oportunidades para lograr que los niños/as realicen una serie de conductas y adquieran compromisos que los hagan responsables de la mayor parte de las cosas que necesitan para avanzar. Es aquí donde los padres/madres y entrenadores tienen que observar en qué medida pueden ayudar y favorecer a que estos compromisos se adquieran y se desarrolle la responsabilidad. En este sentido el joven tiene que preparar su propia ropa para el entrenamiento, recordar los horarios de éste, recoger su ropa sucia, crear hábitos alimenticios y de sueño saludables, planificar su semana de estudio para compaginar con el entrenamiento, etc.
La responsabilidad y la autonomía son vitales en el desarrollo de la personalidad de un joven deportista, a través de este tipo de conductas se mejorará las relaciones interpersonales y la autoeficacia. Un niño no sabrá como medir su éxito si nunca ha fallado.
En el contexto de la actividad deportiva se observan conductas verbales y no verbales negativas para el desarrollo del joven deportista. Es de especial relevancia ante estos hechos, identificarlos y eliminarlos, cambiándolos por buenas prácticas como hemos visto consensuadas por entrenadores y padres que vayan orientadas al aprendizaje de los valores deportivos. Si entre todos conseguimos concienciarnos de que en el deporte base con los niños/as, entrenadores, padres y madres es donde comienza la pasión por el deporte podremos evitar actos violentos en el deporte profesional. Como decía Aristóteles, “los hábitos buenos adquiridos en la juventud son los que marcan la diferencia”.
Un libro: Ortín Montero (2009). Los padres y el deporte de sus hijos. Madrid: Pirámide
Un corto: 6 contra 6. https://www.youtube.com/watch?v=gPi_i9KAcm8
@chescotrillo
Perfil profesional en LinkedIn. http://lnkd.in/fUHHis