La práctica regular de actividad física y deportiva conlleva indudables beneficios para la salud. En las sociedades occidentales debe ser un hábito ineludible por la amenaza de las enfermedades de la civilización como la obesidad, la diabetes o el síndrome metabólico. Por tanto, debería existir un compromiso categórico de las diferentes administraciones y medios de comunicación en la promoción de la actividad física deportiva relacionada con la salud. Europa se enfrenta a una crisis de obesidad en 2030, según ha alertado la Organización Mundial de la Salud.
España está entre los países más afectados con un 30% de obesidad (hombres, 36%; mujeres, 21%) y un 70% de sobrepeso (hombres, 80%; mujeres, 58%). En un estudio que realizamos en 2013 en la Universidad de Jaén, llegamos a la conclusión que el porcentaje de baja actividad física en la provincia de Jaén era del 69.4%, lo que indica unos altos niveles de sedentarismo en esta población, datos superiores a la encuesta nacional de salud (2012) para toda España. La identificación precisa de los factores que contribuyen a un estilo de vida activo y la adherencia a la práctica deportiva es un reto en la investigación deportiva. Diversos estudios han señalado la influencia de los padres, entrenadores, profesores, grupo de amigos, medios de comunicación, etc., como factores que generen un clima motivacional adecuado para el disfrute y la competencia percibida que le permitan al sujeto practicar deporte.
Sánchez et al. (2012) señalan la Teoría de las Metas de Logro como modelo explicativo de la motivación hacia el deporte. Existiendo por tanto dos tipos de orientación motivacional en función del concepto de habilidad percibida: la orientación hacia el ego, consistente en valorar la habilidad comparándose con otras personas, dando más importancia al resultado de la actividad que al esfuerzo y a la ejecución, o la orientación a la tarea que se centra en la valoración individual de la habilidad, dando más importancia al esfuerzo y la ejecución que a los resultados.
Lamentablemente los modelos deportivos que hoy siguen en vigor son aquellos que se centran en la meritocracia, en la orientación al ego, lo que ocasiona en iniciación deportiva, momento decisivo en la creación del hábito de actividad física, una estructura piramidal, en la que cada escalón representa una selección de potenciales talentos y una pérdida de participantes. Los medios de comunicación contribuyen a difundir este modelo a través del ídolo deportivo. Y es bien sabido que el ídolo deportivo favorece más bien la creación de espectadores que deportistas, y que el modelo meritocrático tiene más asociación con el abandono deportivo que con la adherencia deportiva. Si a esto unimos la testimonial presencia de la Educación Física en el currículo escolar y la escasa diversidad de instalaciones deportivas, las cifras anteriores de obesidad y sedentarismo no son una especulación. Nunca fui partidario de la especialización deportiva precoz ya que es “sierva” del rendimiento deportivo, del negocio deportivo o de las inquietudes desproporcionadas de algunos padres y entrenadores, lo que me lleva a identificar algunos casos como situaciones similares a la explotación infantil, exponiendo a los niños a riesgos tempranos de lesiones, problemas de crecimiento, amenazas a su autoestima y frustración ya que la referencia en el imaginario colectivo de los instigadores de este modelo, es el ídolo deportivo, meta inalcanzable para la gran mayoría de los aspirantes.
Otros ídolos más terrenales los tenemos cerca de nuestros barrios y ciudades, esos deportistas anónimos, esos eternos deportistas que nunca dejarán de practicar deporte, en todos los pueblos como en Úbeda tenemos esos referentes sublimes, esos atletas como D. José Aparicio y Dña. Paqui Gasco o ese ciclista como D. Juan José Linares, sus ejemplos son el camino.