Pedro Ángel Latorre
La importancia de la actividad física (AF) para la salud es bien conocida y la investigación ha señalado tanto beneficios físicos como psicológicos cuando los niños participan en actividades físicas regulares. El actual crecimiento de la obesidad infantil preocupa a los gobiernos e instituciones internacionales. Teniendo en cuenta los valores de prevalencia de sobrepeso y obesidad, de Onis, Blossner y Borghi (2010) analizaron un total de 450 encuestas transversales representativas a nivel nacional de 144 países, mostrando que en 2010, 43 millones de niños (de 35 millones en los países en desarrollo) se ubicaron en el sobrepeso y la obesidad y 92 millones estaban en riesgo de sobrepeso. La prevalencia mundial de sobrepeso y obesidad infantil aumentó del 4.2% en 1990 al 6.7% en 2010. Con esta tendencia se espera llegar al 9.1% o ≈60 millones en 2020. El aumento observado en la prevalencia del sobrepeso y la obesidad entre los años 1990 y 2010 en la primera infancia, es una consecuencia probable de un cambio en los patrones de nutrición y AF. En el contexto europeo, la prevalencia de sobrepeso incluyendo la obesidad oscila entre el 8% en niñas alemanas al 30% en las niñas españolas y la obesidad del 1% en las niñas belgas al 13% en los varones españoles. Estos resultados confirman la necesidad de intervenciones eficaces que comienzan en la infancia para revertir las tendencias.
La primera infancia es un momento crítico para la promoción de hábitos de vida saludables como la AF y la evitación de comportamientos sedentarios (Jones, Hinkley, Okely y Salmon, 2013; O’Dwyer et al. 2013), siendo por tanto la AF uno de los factores que más influyen en el sano desarrollo de los niños y su estado ponderal. En este sentido, el nivel de condición física (CF) es un biomarcador potente de la salud desde una edad temprana, siendo el ejercicio físico uno de los principales determinantes de la CF (Ortega et al. 2008) Se ha demostrado una relación inversa entre CF y sobrepeso (Rauner Mess y Woll. 2013). Además, la CF, la adiposidad y la distribución de la grasa corporal durante la infancia han mostrado una alta correlación con la salud cardiovascular en la edad adulta (Casajús et al. 2012). Pero además, la AF provoca múltiples beneficios en determinadas patologías y trastornos infantiles. Desde la Universidad de Jaén y en el contexto del Departamento de Didáctica de la Expresión Musical, Plástica y Corporal hemos comprobado el efecto positivo del ejercicio físico en la función pulmonar y calidad de vida de niños asmáticos, a su vez hemos encontrado cómo determinados parámetros de la CF (dinamometría manual) predicen la severidad del asma y se correlacionan con la madurez intelectual en niños autistas. Otros autores encuentran también grandes beneficios de la AF en el síndrome de Down (González-Agüero et al. 2010), sobre todo en el control del peso y mejora cardiovascular.
Además, recientes investigaciones demuestran el efecto agudo y crónico de la AF en el desarrollo y rendimiento cognitivo. Desde la Universidad de Jaén hemos llevado diversas investigaciones al respecto que corroboran el anterior planteamiento. Hemos comprobado una asociación entre la madurez intelectual y la CF en niños preescolares; también hemos encontrado que en niños de Primaria, la creatividad se asocia igualmente con el nivel de CF, y que el ejercicio aeróbico tiene un efecto agudo en la mejora de la atención en niños de Primaria a lo largo de la jornada escolar. En este sentido, los acontecimientos mentales y motores comparten el mismo sustrato neural, el sistema neuromotor, o lo que se ha denominado como sistema psicomotriz; la teoría psicomotriz hace hincapié en el papel de liderazgo del sistema motor en la aparición de los eventos mentales (Tan, 2007). Estudios con neuroimagen demuestran el vínculo global entre el rendimiento motor y cognitivo, que indica que las habilidades cognitivas y motoras comparten mecanismos neurales y aprovechan recursos comunes (Stöckel y Hughes, 2015). Krombholz (2012) muestra una correlación significativa entre el crecimiento físico, el desarrollo de las habilidades motoras y el rendimiento cognitivo en niños preescolares. Igualmente, Wassenberg et al. (2005) señalan un desarrollo paralelo del rendimiento cognitivo y motor específico en los niños durante el desarrollo normal o retrasado: estructuras cerebrales específicas, como por ejemplo, los ganglios basales o la corteza frontal y la transmisión de dopamina son compartidos tanto en el rendimiento cognitivo y el rendimiento motor; por lo que el rendimiento motor se relaciona con el rendimiento en varias medidas cognitivas específicas. Los niños que están en buena forma física presentan una mayor activación cortical y rendimiento cognitivo (Tomporowski, 2008). Chaddock, Pontifex, Hillman y Kramer (2011) señalan en este sentido la importancia de la AF y la aptitud aeróbica para la salud del cerebro y la cognición durante el desarrollo.
A pesar de todos los beneficios anteriormente mencionados de la AF en los niños, un estilo de vida sedentaria a esta edad es elevado (De Bock, Genser, Raat, Fischer y Renz-Polster, 2013).
Todos estos beneficios se consiguen con una práctica adecuada y regular de AF atendiendo a las recomendaciones internacionales. Organizaciones de salud pública recomiendan que los niños en edad preescolar acumulen al menos 3 horas de AF al día (Vale, Trost, Duncan y Mota, 2015). La Organización Mundial de la Salud (2010) recomienda para la franja de edad de 5 a 17 años un mínimo de 60 minutos diarios de AF moderada o vigorosa; además, la AF por un tiempo superior a 60 minutos diarios reportará un beneficio aún mayor para la salud, debiendo ser la AF en su mayor parte aeróbica; y convendría incorporar, como mínimo tres veces por semana, actividades vigorosas que refuercen, en particular, los músculos y huesos. Los 60 minutos o más de AF recomendados se pueden conseguir de manera acumulativa en la escuela durante la Educación Física (EF), el recreo, deportes intramuros, antes y después de la escuela. Tanto la EF y el recreo ofrecen por tanto oportunidades para lograr el objetivo de la AF diaria sin ninguna evidencia de comprometer el rendimiento académico (Strong et al. 2005). Las recomendaciones específicas de AF para las escuelas primarias son proporcionar a los niños ≥ 30 minutos / día de moderada a vigorosa AF en la EF, el recreo y otras oportunidades. Las recomendaciones son de ≥ 20 minutos de recreo / día (Carlson, et al. 2013).
Los centros escolares constituyen un entorno adecuado para la promoción de la AF y la salud, ya que los escolares pasan gran parte del día en ellos. Según Naylor y McKay (2009), la clase de EF y el recreo ofrecen las dos principales oportunidades de realizar AF dentro del colegio. Sin embargo, actualmente en España, a pesar de que la EF y la AF forman parte de manera relevante del currículo de Educación Infantil, Primaria y Secundaria y su reconocimiento es importante en la Comunidad Educativa, las horas de EF se han ido reduciendo a la simbólica presencia de dos sesiones semanales de 45 minutos, a todas luces insuficientes para desarrollar el currículo y muchos menos para satisfacer las necesidades de movimiento de los escolares que permitan la promoción de su salud y su desarrollo óptimo.
Cambios legislativos son necesarios, mediante un Pacto de Estado, que no sacrifique, por los diferentes avatares políticos, un recurso inestimable para la promoción de la salud de los escolares como es el ejercicio físico. Por tanto, es necesario incorporar de manera organizada y reglada, con profesionales capacitados la EF en la Educación Infantil y el incremento de clases de EF en Primaria, Secundaria e incluso Bachillerato.
Pedro Ángel Latorre Román
Profesor de la Universidad de Jaén