
Rosa Bárcenas, durante la subida al Pico Aneto.
Rosa Bárcenas
Hace tiempo que no tomo asiento y me centro a plasmar lo que siento en mis estancias montañeras y no es porque no me hagan sentir, todo lo contrario tal vez me aportan tal mezcolanza de sensaciones que no sé cómo ponerle orden en un texto para que tenga sentido, que al fin y al cabo es la finalidad.
Este verano ascendí a la segunda cumbre más alta de la Península Ibérica, el Pico Aneto con 3.404 metros sobre el nivel del mar, ubicado en la provincia de Huesca. Aun habiendo transcurrido unos meses desde que alcancé su cumbre, todavía tengo sentimientos encontrados y no soy capaz de determinar si fue fácil o difícil, si la ascensión fue dura o asequible, si me gustó o no… Lo hicimos por la ruta normal con un desnivel de 1.500 m. en un tiempo aproximado de nueve horas, ida y vuelta, deseaba enormemente hacer esa cumbre desde hace años pero nunca se daba la oportunidad y cuando llegó el momento reconozco que diversas razones le dieron un toque agridulce a mi ansiada escalada. Tal vez lo que recuerdo con más desidia es la romería de personas de diferente sexo, nacionalidad, altura y peso con las que me crucé a la ida y a la vuelta, lo que me quitó concentración en mis sensaciones, la montaña estaba repleta de gente como un gran centro comercial en la ciudad, algo cada vez más común en las montañas y a lo que no estamos acostumbrados los que las visitamos desde niños. Una característica esencial de ir al monte es la soledad, el flujo de energía entre el medio natural y tu persona sin interferencias, o cuanto menos las mínimas, por eso escogemos con esmero a nuestros acompañantes con perfil de rareza similar al nuestro.
Pero ahora que escribo estas líneas por fin sale de mi toda la belleza que vi desde allí, esa grandeza, esa amplitud, esos perfiles rocosos y esas nubes gris oscuro desafiantes características de Los Pirineos, el hielo vivo que emerge a duras penas de su glaciar cada vez más castigado, esa falta de oxígeno a sus más de 3.000 metros.
Por fin gracias a este texto concluyo mis recuerdos en el Aneto, gran montaña.