Rosa Bárcenas
La Peña Santa de Castilla, también conocida como Torre Santa, se eleva en la Cordillera Cantábrica sobresaliendo sus 2.596 m. como cota más alta del macizo occidental de los Picos de Europa, en la provincia de León.
La primera vez que fue ascendido data del año 1.892, al parecer por unos franceses aunque poco después el Cainejo, que doce años más tarde protagonizaría la primera ascensión al conocido Naranjo de Bulnes, subiría por su canal estrecha para comprobar si verdaderamente los franceses habían estado allí, cualquiera se fiaba…
Fue este un viaje importante para mí, todos lo son, pero mí paso por Picos de Europa en esta ocasión, venía y se iría tintado de muchos sentimientos, sensaciones y vivencias únicas, entre las que destaco mi ascensión a esta cumbre, donde puse a jugar una partida de póker al miedo, la superación, la confianza y mi capacidad física y psicológica, ya que venía de pasar por experiencias, llamémoslas de esas que dejan huella. Pero ya se sabe lo que dice el refrán, “el que no arriesga un huevo, no saca un pollo”.
De buena gana me habría quedado esa mañana en la tienda de campaña contemplando Castilla con una vista excepcional, pero decidí subir más alto y hasta la cumbre llegué con más miedo y frío que vergüenza y con la ayuda de una cuerda de 60 m. y un compañero que la sujetaba y se reía de mi semblante blanco como el papel del “acojone” que llevaba encima. El patio durante sobre todo la última parte de la ascensión, es espectacular, pero te hace tragar saliva si vas imaginando donde acabas si te da por tropezar o escurrirte.
Resultó que las vistas desde arriba eran aún más bellas que las de la tienda y me llevé el repóker de superar mis miedos, mi confianza y mis capacidades físico -psíquicas y también me gané un abrazo y un ‘cachopo’ en toda regla con unas muchas cervezas. ‘Cachopo’, dícese de un plato típico de Asturias, compuesto por dos filetes de ternera grandes y queso entre medias, el conjunto se come frito tras ser empanado en huevo harina y pan rallado. Casi nada. Lo más llamativo es su tamaño XXXXL, cuando lo vi en directo ¡casi me muero!, todo un placer para el ojo y el paladar y apto para saciar el hambre de tres días a base de barritas energéticas y agua racionada.
Ahora que lo pienso no sé qué me gustó más, si las vistas desde la Peña Santa de Castilla o ese plato asturiano sin igual.